Médina (Túnez)

La medina constituye el centro cultural e histórico de la ciudad de Túnez. Se construyó a finales del siglo VII; más de cien mil personas vivían en estos barrios carentes de códigos urbanos y de leyes geométricas.   

Para descubrir la medina se hace necesario moverse a pie. Hay dos formas de hacerlo. Para comenzar, deambula por las callejuelas irregulares hasta perderte y siente así la verdadera atmósfera de esta pequeña ciudad dentro de otra ciudad más grande. Más adelante, consulta el plano con el fin de descubrir la reputación de este barrio histórico.

Los edificios culturales son una de sus principales riquezas: recomendamos la mezquita Zitouna, una de las más importantes de todo el Magreb, que, además, se corresponde con el punto central de la medina. También merecen una visita el palacio Dar Ben Abdallah, el Tourbet El Bey o incluso las tres medersas que se han dedicado históricamente a la enseñanza. Luego, para hallar el equilibrio, deja la riqueza arquitectónica a un lado ¡y lánzate a descubrir el zoco! Cientos de pequeñas tiendas están reagrupadas según los oficios, de forma que los menos ruidosos y olorosos quedan más próximos a la mezquita, mientras que el resto se alejan en función de su intensidad auditiva u olorosa.

El pasado histórico, el ambiente, las tradiciones, los ruidos, los olores... Descúbrelo todo con respeto, curiosidad y talento negociador.

Mi consejo es tomarse el tiempo de apreciar la Medina; con toda seguridad te perderás por allí, regatearás para adquirir algunos objetos artesanales y harás algunos encuentros. El tiempo será, pues, tu mejor aliado.

Aquí pueden descubrirse monumentos históricos como la famosa Mezquita Zitouna, al doblar por una callejuela; así como casas particulares, moradas prestigiosas y palacetes propiedad de los beyes (antiguos reyes), algunos de los cuales vivieron en los siglos XII y XIV. También puede verse la Medersa Bachia, que data del siglo XVIII. Meta la cabeza por las puertas de las casas si están abiertas para poder admirar la decoración y los patios que albergan en su interior.

He pasado varias horas por la calles, deambulando, pasando varias veces por el mismo sitio, haciendo zigzag entre los puestos y las tiendas de fouta (telas tunecinas), de alfarería, de babuchas y de carros que circulan por calles abarrotadas y estrechas. Exiguos y bullentes, pero extremadamente vivos son los distintos zocos: el zoco de los carpinteros, el de los herreros, el zoco Attarine (uno de los más antiguos que contiene los mejores perfumes) la calle de los libreros, el barrio de los sastres, el de los artesanos del cuero, etc.

Regatear es un arte, pero también un juego que me gusta practicar (por otro lado inevitable). Es el momento de discutir, de entablar una relación (aunque sea comercial) con los habitantes de la Medina. Inténtalo, no es tan desagradable.

Soy incapaz de volver sobre los pasos que he dado, a veces tengo la impresión de ir haciendo círculos y de haber perdido completamente el sentido de la orientación. Bonita sorpresa el Foundouk El Attarine, situado en el corazón del zoco: antiguo lugar frecuentado por extranjeros, reconvertido en taller de artesanos, restaurante y salón de té. Este lugar es magnífico y bien merece una pausa. El ambiente es tranquilo y se come bien aquí (brick, ensalada y harissa). También puedes hacer una pausa en una tienda para tomar un té de menta.

Dejo la Medina saliendo a través de la puerta de Francia para subir por la avenida Habib Bourguiba, centro de la capital con numerosos monumentos de la ciudad, por otro lado muy occidental, con numerosos teatros y cafés. Otro ambiente que contrasta con el encanto histórico de la Medina.