Un festival de colores, en sentido literal: ese es el recuerdo que guardo de mi estancia de dos semanas en Río de Janeiro. El atardecer, recorriendo los famosos paseos marítimos de Río, desde Copacabana a Ipanema... Me encantó sobre todo la cantidad de cariocas que había por toda la ciudad, mucho más que turistas, con sus cuerpos dorados, mientras bebían cócteles en la hamacas o hacían deporte sobre la arena. Todo ello me recordaba a la canción de Alain Voulzy: “El sol regala oro inteligente (…) el mismo color de la gente elegante…"
Además, las vistas desde el Pan de Azúcar son realmente impresionantes. Otra alternativa es buscar alguno de los muchos bares situados en las azoteas de los hoteles. ¡Mientras tomas algo tranquilamente en tu mesa, podrás disfrutar de una escena propia de una postal!
¡Bienvenidos al reino del grafiti! Amantes del street art: os va a encantar esta ciudad. Sus muros son auténticas galerías de arte al aire libre. Algunos frescos son dignos de ver: en un recodo del camino, en uno de los pilares de la autopista, enfrente de un colegio... En dos palabras: ¡mira bien!
Durante tu estancia en Brasil y particularmente en Río de Janeiro, ve siempre con cuidado, pero con calma. Río de Janeiro mola, pero también tiene algunas facetas que te pueden chocar bastante. Son precisamente esos contrastes lo que la hacen tan especial. La coexistencia de todos los extremos le dan esa belleza tremenda y ese carácter tan definido. Puedes ir tranquilo/a, pero sin bajar tampoco la guardia. Lleva un atuendo sencillo, sin objetos innecesarios que puedan llamar mucho la atención. Y no vayas a las favelas sin la compañía apropiada. Hay algunas agencias de turismo sostenible que te llevan.
Si quieres ir al carnaval, no tendrás escapatoria de los miles de turistas que acuden para vivir la fiesta, pero vale mucho la pena. Para alojarse, lo mejor es una "pousada" pequeña o una habitación en la casa de alguien de allí. Hay muchos cariocas que acogen a viajeros en sus casas. Yo me quedé precisamente en casa de una pareja de artistas, en un barrio tranquilo: Vitoria Regia. Durante unos días, compartieron conmigo sus pasiones, sus lugares favoritos, su día a día y su visión del mundo. Para encontrar algo así, consúltalo con cualquier agente local.
Al juntarte con gente de allí, tu experiencia será también más enriquecedora, sostenible y segura. Una ciudad es, ante todo, la gente que la habita. Por lo tanto, para disfrutar de los sabores de la vida local de Río, ¡nada mejor que compartirla con sus gentes!
Si piensas en Río de Janeiro, te vendrán a la cabeza unas playas espléndidas, una vegetación exuberante, la samba, el fútbol, cócteles de todo tipo y la alegría de vivir. Sí, vale, son topicazos, pero, en realidad, ¡es un buen resumen!
Río, es el lugar ideal para aquellos que buscan un destino de ensueño para sus vacaciones , mezclando relajación con actividades urbanas.
La ciudad está llena de lugares por descubrir. Por supuesto, también están sus playas, como las emblemáticas Copacabana e Ipanema, o mi preferida, la praia Arpoador, donde podrás contemplar unas puestas de sol impresionantes.
En cuanto a las visitas culturales, hay muchos museos, entre ellos el de arte contemporáneo de Niteroi diseñado por Oscar Niemeyer. También está el barrio bohemio de Santa Teresa, las noches de samba en el barrio de Lapa, el street art en forma de tesoros escondidos en las callejuelas...
Río también es la enorme selva tropical, las montañas y las numerosas islas que tiene enfrente. ¡Podrás atreverte con unas rutas preciosas! Por supuesto, tampoco hay que olvidar los dos grandes símbolos de la ciudad, el Pan de Azúcar y el Corcovado, con sus espectaculares vistas de la bahía de Río. Y, así, una larga lista... Como verás, la ciudad podría ser un destino de viaje en sí mismo.
Las visitas organizadas por las favelas se están convirtiendo en imprescindibles en la ciudad, pero no es mi rollo, así que mejor me callo.
¿Qué añadir, aparte de que Río de Janeiro es genial? Ah, sí, otro detalle que me llamó la atención es la cálida acogida de los cariocas (habitantes de Río), que te dejará un muy buen sabor de boca de tu paso por allí.
Visitar Río de Janeiro durante un viaje por Brasil es inevitable. El Corcovado domina Río con sus 710 metros de altura. De hecho, es la montaña la que se llama así. La estatua del Cristo Redentor erigida en su cima mide 38 metros de alto y pesa 700 toneladas. Su construcción llevó 5 años. Durante un descanso durante la subida, podemos ver de cerca a los pequeños monos tití. Por supuesto, en la actualidad, la atmósfera no es muy clara, pero igualmente, la vista desde allí es magnífica.
Podemos admirar el Pan de Azúcar, las playas, la bahía de Niterói, el hipódromo, el estadio, los diferentes barrios de Río, sus favelas y muchas cosas más. Desde allí, podemos entender por qué la bahía de Guanarabara es una de las más bonitas del mundo.
Descendemos por otra ruta, situada en el parque de Tijuca. Se trata de un parque nacional con múltiples instalaciones. Tiene todo lo necesario para pasar un día de campo, con senderos señalizados para disfrutar de agradables paseos. Hacemos un alto cerca de una cascada y comemos en un restaurante que ofrece especialidades regionales. Probamos una deliciosa "feijoada", el plato nacional", a base de judías negras y cerdo.
A continuación, nos dirigimos hacia las playas más lejanas de Río (80 km de playas, de las cuales 40 están en la ciudad), y regresamos por la más famosa de todas: Copacabana.
Río de Janeiro es uno de los destinos más míticos del mundo. La mezcla de mar, montaña, naturaleza y ciudad, hace que Río sea un lugar único, con un atmósfera verdaderamente particular. Hay un número infinito de lugares que descubrir en Río, pero te recomiendo que no te plantees un viaje demasiado sobrecargado de actividades, sobre todo porque el calor y la pesadez que sentirás te impedirán cumplir con tus planes. Además, no hay nada mejor para entender esta ciudad que vivir al modo carioca, es decir, con tranquilidad y sin estrés.
Ni que decir tiene que no puedes dejar de ir al Corcovado o al Pan de Azúcar. Seguramente habrás visto fotos de ambos cerros millones de veces, pero el ascenso a cualquiera de ellos es una experiencia que hay que vivir por uno mismo. En mi opinión, las otras visitas que no puedes perderte son: un paseo a lo largo de las playas de Copacabana e Ipanema, incluyendo una pausa para beber agua de coco en uno de sus muchos quioscos, una ruta por el centro que incluya una visita al Monasterio de San Benito, una joya carioca del arte barroco, la Catedral de la ciudad y la Confeitaria Colombo, para degustar un brigadeiro. El jardín botánico, con su alameda de palmeras centenarias, es uno de mis lugares favoritos de Río de Janeiro. En los alrededores hay muy buenos restaurantes. La mejor forma de finalizar la jornada en el barrio bohemio de Santa Teresa es disfrutando de una caipirinha en uno de sus pequeños bares.