Al principio, no tenía previsto pararme en Maun. Solo iba para hacer escala en el aeropuerto entre un safari por el delta y el resto de mi viaje. Pero por un error tonto en las reservas de mis vuelos tuve que quedarme medio día.
Para pasar el rato, me di un paseo por las calles de Maun: deambulé por sus tiendecitas de artesanía, me tomé algo en un bar y charlé con alguna gente que me pareció curiosa. Para mi sorpresa, al contrario de lo que pude vivir en Kenia o en Marruecos, allí la gente está más relajada al ver a una chica occidental paseando sola. Nadie me llamó, ni insistió para que le comprara algo a cualquier precio. La vida sigue su curso en Maun. ¡Fue bastante refrescante!
Por las calles deambulaban varios perros, gatos, pollos, cabras y algún buey; los granjeros iban y venían con sus tractores entre dos coches de agencias de safari, los vendedores ambulantes descansaban a la sombra de sus puestos, mientras que los pilotos de chárters aéreos corrían para comprarse un muslo de pollo entre dos vuelos por el delta...
Me gustó mucho el ambiente de Maun, una pequeña ciudad de la sabana un poco invadida por los turistas, pero que al menos mantiene su ambiente tranquilo. Aproveché mi encuentro con otros viajeros para hacer (en grupo de 5 personas) la ruta por el delta en planeador, un pequeño avión que te permite disfrutar de unas vistas del cielo increíbles, y muy asequible para pequeños presupuestos. Vi correr a las girafas y elefantes de la sabana inundada, maravilloso.
Disfruté de buenos restaurantes en hoteles de lujo para salir un poco, tras un largo día por la selva, se agradece la comodidad. Fue allí donde organicé una excursión de varios días pernoctando en el delta con los guardaparques, alternando tramos de senderismo por tierra firme y otros en mokoro, una canoa tradicional muy silenciosa que permite acercarte a los animales para observarlos.