
Bután es un pequeño país de unos 800.000 habitantes. Sin acceso al mar, está encajado entre China e India. Dio que hablar cuando el rey de la época, en 1972, decidió crear la Felicidad Nacional Bruta, que se utiliza en lugar del PIB como indicador del desarrollo de un país.
Bután no abrió sus puertas a los extranjeros hasta 1974 y lo hizo de manera muy restrictiva. Actualmente, se sigue pidiendo a los viajeros pagar 250 dólares diarios, lo que limita mucho las visitas a Bután. El país sigue siendo muy auténtico.
Bután es uno de los últimos países en acceder a la televisión. Fue en 1999, tras la decisión del presidente que creía que eso podría aumentar su índice de felicidad.
En 2005, el monarca actual promulgó un edicto para garantizar una transición democrática. En 2008, se llevaron a cabo las primeras elecciones legislativas y se creó la primera Constitución Democrática de Bután en Timbu, la capital.
La globalización ha provocado muchos cambios en este país del tamaño de Suiza. Hasta entonces centrado en si mismo, una crisis económica le golpeó en 2012, cuando la India decidió suspender las subvenciones concedidas al país por la importación de gas y gasolina. ¿La razón? Bután trataba de establecer acuerdos económicos con China. Pero Bután depende mucho de la India, sobre todo en términos de importaciones e inversiones.
En 2012, los datos del gobierno indicaban que el 51% de los habitantes de este país no se consideraban felices. Además, las autoridades también indican un aumento del consumo de alcohol y de la criminalidad. Hace diez años, eso casi no existía. A causa de revés, la oposición al gobierno se amplió, y Tshering Tobgay, uno de sus representantes, fue elegido primer ministro durante las últimas elecciones legislativas de 2013.
Falta saber cómo va a evolucionar el país, si podrá mantener su singularidad y su índice de Felicidad Nacional Bruta... ¡Es todo lo que le deseamos!