No queda mucho en Narva, que fue literalmente arrasada durante la segunda guerra mundial, salvo quizá su castillo, restaurado, que permanece, pero tan mal reconstruido que a veces tenemos la impresión de que el edificio es nuevo. Sin embargo, nadie viene verdaderamente a Narva por sus maravillas históricas, sino porque representa el puesto fronterizo más práctico para pasar a la vecina Rusia, a la ciudad gemela de Ivangorod.
Por otra parte en Narva flota como un pequeño anticipo de Rusia, la población es principalmente rusa como también lo es la lengua hablada, y la arquitectura soviética está muy presente. Así pues, aconsejo la ciudad a aquellos que estén interesados en la minoría rusa de Estonia o que busquen visitar una ciudad un poco diferente en cuanto al estilo y al espíritu en el transcurso de un viaje estoniano.