El paisaje era impactante, pero sobre todo la gente que me iba encontrado cada día. Gente humilde, educada y feliz. Era emocionante ver cómo niños de 2 o tres años juntaban las manos y te saludaban 'Namaste', y no lo hacía para recibir algo a cambio.
Los alojamientos a lo largo del trekking eran sencillos, como cabe esperar, y en todos ellos se comía muy bien
Lapka, mi guía. Ha sido muy profesional y en todo momento se ha preocupado de que todo saliera bien. Un gran guía, pero sobre todo ua gran persona.
Nada negativo a resaltar. Si acaso, eliminaría la última etapa del trekking porque no aporta nada.