Conservo un excelente recuerdo de esta pequeña ciudad de Perú. Lo que más me gustó fue pasear al borde del mar, en la playa de Paracas, ¡durante la puesta del sol! Hay una colonia de pelícanos viviendo allí. Verlos volar y pescar es un auténtico espectáculo. Hay algunos que no son tímidos y ¡se acercarán a ti para saludarte!
Mientras que esperas la salida del barco para las islas Ballestas, te sugiero que vayas a visitar el Museo de Paracas. Aprenderás muchos datos interesantes sobre las especies que tendrás la ocasión de ver durante tu salida en barco. Además, el museo trata sobre las especificidades culturales y naturales propias de la región, concretamente sobre las numerosas clases de pájaros que viven en la reserva natural.
En sí, Paracas no es un destino para elegir. Hay pocas cosas que visitar y la ciudad no es muy acogedora. Sin embargo, dar una vuelta por Paracas durante dos día fue una buena idea porque me permitió visitar la reserva natural cercana a la ciudad.
Es suficiente un día para visitar la reserva nacional de Paracas. Aquí te esperan grandes extensiones de arena. Entre las dunas y los tornados de arena, tómate un tiempo para caminar sobre caminos de sal natural. En esta misma reserva puedes encontrar las famosas playas de arena roja y ¡tienes la posibilidad de bañarte!
Más lejos, cerca de los acantilados, es muy probable que tengas la ocasión de ver una parte de la fauna del lugar: focas, pingüinos que se relajan al sol aguas abajo.
También encontrarás en la misma reserva un restaurante muy agradable. Los pelícanos han aprendido que la comida no está lejos y no dudan en entrar en las cocinas para robar algunos bocados. Es el único punto de "civilización" en toda la reserva, por lo que si no te gustan las grandes extensiones sin signos de presencia humana, disfruta al máximo de este lugar.