Cada mañana, a las seis en punto, la ciudad de Luang Prabang se despierta dulcemente con una procesión de monjes por todas sus calles. Vienen a buscar su comida para el día, de mano de los habitantes de la ciudad. Es un momento único y emocionante. Para los laosianos es extremadamente sagrado.
En la religión budista, los monjes renuncian a todo contacto con el dinero y el exterior. Marchan descalzos, no usan la tecnología, no tienen derecho a ganar dinero y se alimentan de las limosnas que reciben de los habitantes del pueblo. El objetivo es recordar su condición efímera y, al mismo tiempo, estar más próximos a la tierra. Por eso, los monjes van a la ciudad todos los días con un cuenco grande que llaman «patta». Esperan delante de cada casa para recibir el fruto de la generosidad de sus moradores. Para ellos es un deber ofrecerles comida a sus monjes, a los que consideran sagrados.
Cada mañana, entre las seis y las siete aproximadamente, los monjes deambulan por las calles para mendigar lo que será su comida del día. A continuación, vuelven a su pagoda. Después del mediodía, los monjes ya no comen nada más. Dedican el resto del día a sus deberes espirituales, como la meditación, la oración, las bendiciones, etc.
Este ritual se desarrolla por toda la ciudad. Para verlo, seguramente solo te hará falta salir del hotel a primera hora. Eso sí, en unas calles será más impresionante que en otras. Habrá sitios que se llenen de turistas bastante temprano. Por eso, lo mejor es salir un poco antes que los demás y dar un paseo por las calles hasta encontrar el sitio ideal.
Por respeto, no te pongas demasiado cerca de los monjes, no les hagas fotos muy descaradas (y menos con flash) y, en general, no interrumpas este antiguo ritual. No se trata de ninguna escenificación para turistas, así que hay que respetarlo.