Mi opinión
Me acuerdo de un viajero que me encontré en Praga y que me dijo "aquí, uno podría tener una cámara de fotos encima de la cabeza todo el día y caminar tomando fotos al azar, al final la mayoría serían buenas". Hasta ese punto, la ciudad apodada "la casa de las muñecas", es hermosa. El centro del casco antiguo de la ciudad vieja, Staré Město, es conocido por la plaza central rodeada por la impresionante iglesia gótica de Nuestra Señora de Tyn, el campanario y el reloj astronómico, uno de los más antiguos del mundo y que cobra vida a cada hora, atrayendo a las multitudes de turistas.
En el borde del casco antiguo, el barrio de Josefov, es el lugar donde se encontraba el ghetto judío durante la Segunda Guerra Mundial, y que alberga el cementerio judío de Praga. Un lugar impresionante por su tamaño y el amontonamiento de lápidas superpuestas, es un sitio imprescindible, sobre todo si eres un amante de la historia.
Al otro lado del legendario y magnífico puente Carlos, que atraviesa el río Vltava (se pronuncia Veltava), están los barrios de Malá Strana y Hradčany. Este último es el lugar donde se encuentra el castillo, residencia de los reyes checos, y actualmente del presidente de la república.
Bajando hacia Malá Strana, te recomiendo pasar por los viñedos que ofrecen unas hermosas vistas de la Ciudad Vieja y el puente Carlos, así como el río Vltava, todo ello rodeado de un sorprendente paisaje bucólico.
En Malá Strana, no hay que olvidarse del museo Kampa de arte contemporáneo, uno de los mejores que he visitado, el museo Franz Kafka con un ambiente inquietante, y el muro de John Lennon, para dejar tu autógrafo.
Al este de la Ciudad Vieja, la Torre de la Pólvora es una parada indispensable antes de entrar en el barrio de Mustek, para hacer una visita al museo del comunismo, que recrea la atmósfera del día a día de los checos antes de la caída de la URSS. Más hacia el sur, en la Ciudad Nueva (Nove Mesto), no te pierdas la casa danzante, dos edificios de arquitectura contemporánea en mitad de un apasionado vals.
Desde allí, si te sientes con un espíritu aventurero, te recomiendo que tomes un tranvía o el metro al azar y descubras los barrios menos turísticos de la ciudad. De esa forma encontré por ejemplo un restaurante surrealista en el que el menú te ofrecía platos hechos con animales de todos los tipos, desde el tigre hasta el ornitorrinco...
