En los confines del estado búlgaro, en la frontera con Grecia, el pueblo tiene casi tantas casas tradicionales como habitantes: 400 frente a 350. Luego, al tomar las viejas calles adoquinadas, me sentí en medio de una ciudad fantasma, como transportado unos cuantos siglos en el pasado. Para los aficionados al folclore y las tradiciones regionales, es un excelente lugar al que visitar. Las casas son del más puro estilo arquitectónico Ródope, con las estructuras de madera oscura, balcones de madera colgantes, y techos aplanados en grandes piedras de la zona.
Pero lo que más me ha gustado aquí en Dolen, en comparación con los otros pueblos con carácter, ha sido que el flujo de turistas no ha afectado demasiado al pueblo, y éste sigue siendo muy rural y anclado en sus tradiciones. Una bonita experiencia por Bulgaria que recomiendo vivir.