Para mí que crecí al pie de la Gran Cartuja, en Dauphiné, la casa madre de la orden de los Cartujos, encontrar la Cartuja de Pleterje era algo bastante inquietante. Por una razón muy sencilla: hay muchas similitudes con la original. Esta estructura en particular del monasterio, con su forma de fortaleza - un muro de 3 metros de alto y 2.800 metros de largo - son el antepatio que permite recibir, además de las visitas privadas, los ermitaños en espera a recibir sus celdas de cartujos...
Pero se está bien en Pleterje, al otro extremo de los Alpes, en el lado oriental. Y las diferencias se confirman. En primer lugar, la Cartuja de Pleterje está situada en un lugar apacible, aunque agradable, y lejos de estar aislado, en las cercanías de los pueblos con viviendas. Luego, la austeridad no es tan grande como en la casa principal. Todo el ala este de la Cartuja está abierto al publico y ha sido transformado en un museo sobre la vida de los monjes y sobre la pequeña región de Pleterje.
Salí de la única cartuja de Eslovenia con la impresión de haber comprendido un poco mejor la vocación de estos hombres, así como de haberme sumergido en un territorio muy esloveno. Y me llevé en mi mochila una botella, no de la Cartuja verde, sino de aguardiente de pera.