Los escarpados paisajes de Albania la han convertido en una zona estratégica para las civilizaciones mediterráneas más antiguas. Así pues, uno de los recorridos más fascinantes consiste en seguir la huella de los ilirios, griegos, romanos, bizantinos y otomanos por lugares arqueológicos de gran belleza. Las ruinas de Butrinto, en el extremo sur del país, o las de Apolonia, en la región de Fier, el mosaico bizantino de Arapaj, el anfiteatro de Dirraquio (uno de los más grandes de los Balcanes) y las tumbas monumentales de Basse Selca son buenos ejemplos de ello. Las ciudades de Gjirokastra y Berat (declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO), ambas protegidas por un castillo, ofrecen perspectivas hermosas de paseos a lo largo de callejuelas adoquinadas y empinadas. Las dos cuentan con museos interesantes, así como iglesias y catedrales de época con diferentes tipos de arquitectura. En cuanto a las especialidades culinarias de Albania, la cocina albanesa está profundamente inspirada en sus vecinos griegos, italianos y turcos. Como todo país del sur de Europa que se precie, la aceituna tiene un papel protagonista, tanto en aceite como en ensaladas frescas. La carne curada a las hojas de vid, las verduras mediterráneas rellenas o en tarta, la carne tierna de carnero, las chuletas de cordero, el pescado a la parrilla, el “byrek”, el arroz al yogurt y los quesos frescos forman parte del menú.