En mitad de un valle verde se erige de pronto un lugar que de entrada puede resultar extraño, compuesto de miles de cruces de todos los tamaños y de todos los materiales. El origen del sitio se remonta a finales del siglo XIX, en la época de guerra con Rusia, cuando las familias de los soldados desaparecidos iban allí a llorar su muerte y colocar una cruz. Rápidamente se convirtió en un lugar de peregrinaje y el número de cruces parece haberse multiplicado exponencialmente en los últimos años, a pesar de los repetidos intentos de los comunistas por destruir el lugar.
Pasé por la Colina de las Cruces durante un viaje por Lituania y debo reconocer que el lugar me pareció algo surrealista: una auténtica selva como salida de la nada formada por cruces montadas sobre otras cruces, que a su vez colgaban de otras cruces. Sin embargo, aunque el lugar es interesante, tampoco pasaría allí más de una hora, porque el emplazamiento es bastante pequeño.