
Mongolia es, ante todo, una extensión sin límites. No hay campos ni arrozales, ya que el clima hace imposible todo cultivo intensivo, pero sí paisajes grandiosos que se pierden en el horizonte. Para alimentarse, los pueblos mongoles han basado siempre su estilo de vida en las necesidades de sus rebaños, trasladándose a menudo en busca de nuevas pasturas. Hoy en día, si bien la mitad de la población mongola vive en ciudades, el nomadismo sigue lógicamente muy presente. Por eso encontrarás numerosas yurtas o tiendas de campaña diseminadas en las estepas, en las que tendrás la posibilidad de descubrir la formidable hospitalidad local. Según los últimos censos, Mongolia presenta la particularidad de tener la densidad poblacional más baja del mundo (1,5 habitantes/km²), lo cual explica la excepcional preservación de los paisajes, los ambientes y las tradiciones. Un destino ideal para un cambio de aires total, y para entrar en comunión con la naturaleza lejos, bien lejos de los caminos trillados.