Éste es un barrio que cambia completamente de ambiente si te paseas por el día o por la noche. Durante el día, encontrarás un dédalo de callejuelas que se elevan abruptamente a lo largo de una de las colinas de la ciudad. Allí el ambiente apacible, alguans tiendas, algunos restaurantes, mientras que todo parece un poco dormido, sobre todo en verano cuando el sol pega fuerta sobre la cabeza de los turistas que se aventuran por allí.
Sin embargo, por la noche, las mismas calles asisten a la apertura de decenas de pequeños bares, que venden sangrías, cervezas y copas de vino a multitudes festivas que se dispersan por todas las calles del barrio. Bairro Alto se llena de un entusiamo repentido y se convierte durante algunas horas en el centro de la capital portuguesa, al menos en lo festivo.
El Bairro Alto es un barrio imprescindible que, evidentemente, me gustó mucho más y no sólo por el lado festivo, sino también y sobre todo por su encanto histórico (una gran parte de las calles y edificios del siglo XVII) y por su identidad decididamente tan diferentes del resto de Lisboa. Una parada imprescindible durante una estancia en Portugal.
Me encantó el vecindario del Bairro Alto. Por mi parte lo visité en pareja, una experiencia de las más románticas durante nuestra estancia en Lisboa. Las callejas adoquinadas, las fachadas de colores, la ropa colgada a secar en las ventanas dan un loco encanto a este barrio. Otro aspecto positivo: no hay necesidad de caminar sobre la acera para dejar pasar a los coches, la mayoría de estas calles son peatonales. De día, la calma y la tranquilidad te esperan. Por la noche, el barrio atrae a numerosos jóvenes lisboetas y turistas de todo el mundo que vienen a recorrer los bares y las discotecas de moda.
No dudes en tomar el ascensor de Santa Justa. Desde lo alto de la torre, se puede admirar Lisboa y reconocer los lugares visitados. Bairro Alto está ligado a los barrios de la Baixa y el Rossio por los tres famosos tranvías funiculares amarillos, que debes tomar al menos una vez durante tu estancia, aunque solo sea por la foto...
Éramos el blanco perfecto para los anunciantes de los distintos restaurantes, que me parecieron bastante insistentes. Siguiendo nuestro camino por las pequeñas callejas, dimos finalmente con un pequeño restaurante que ofrecía bacalao (pescado de la región) y un espectáculo de fado. ¡Lo máximo!