Situada a 8 km del aeropuerto internacional, Lisboa es una capital muy humana, bonita y tranquila. Su atmósfera es relajada, la propia de un lugar donde se vive bien.
La Lisboa Card permite circular de manera gratuita e ilimitada, haciendo uso de todos los medios de transporte de la ciudad, incluidos los famosos ascensores. Se amortiza enseguida.
Vine a Lisboa en medio de un viaje a través de Portugal, para pasar el fin de año. Alojarse no resulta muy caro, la gastronomía es rica y sabrosa, y el clima agradable durante prácticamente todo el año. Se trata del destino ideal para pasar un largo fin de semana.
Si quieres echar un vistazo a Lisboa, te recomiendo descubrirla desde lo alto, subiendo a uno de sus muchos balcones, así como recorrerla a bordo del tranvía número 28. Lo ideal es ir por las calles de cada barrio. Cada uno de ellos tiene un estilo muy particular y alberga fabulosos tesoros. Necesité varios días para conocer la Alfama, Belém, Chiado, Bairro Alto, Baixa, Rossio... Estoy seguro de que al caer la noche terminarás en un bar de la Alfama escuchando fado con un vaso en la mano. Turístico a más no poder, pero muy bueno.
Lisboa es una capital donde uno se siente bien. La sensación agradable que desprende puede venir de las callejuelas empedradas y su color blanco, de las formas dibujadas sobre mosaicos, de los antiguos tranvías que surcan despacio la ciudad o incluso de la música de los conciertos de Fado que escapa de los bares por la noche, inundando las calles de la ciudad y dándoles un ambiente único.
Es perfectamente posible subir y ver Lisboa desde lo alto para gozar de una magnífica panorámica sobre la ciudad, extendida bajo nuestros pies. Desde aquí podrás distinguir el castillo de São Jorge, sus jardines, sus pavos reales y murallas... Se trata de un lugar tranquilo donde el tiempo parece haberse detenido. Un poco de sol sobre las murallas que miran al mar y a la ciudad: uno solo de los muchos ejemplos de momentos tranquilos y únicos que ofrece Lisboa.
Durante mi estancia en Portugal, me encantó descubrir la Praça do Comerço, el Elevador de Santa Justa y el Mirador de Santa Luzia. Lo que más me gustó fue simplemente vagar por las calles de esta magnífica ciudad.
Lisboa es una de mis capitales europeas favoritas. Tanto por su marcada identidad que no ha sido (demasiado) tocada por el turismo de masas, como, también, por sus múltiples y diversas identidades que cambian de un barrio a otro. Entre el burgués y comerciante Baixa, el festivo Bairro Alto y el tradicional y popular Alfama. El ambiente cambia y el decorado se mueve, a medida que avanzas por sus callejuelas, pasas de una colina a otra, a pie o a bordo de unos de los antiguos tranvías.
Lisboa es joven, festiva, agradable, con una cierta calidad de vida y precios moderados. En definitiva, un destino europeo al que volvería sin duda alguna, y donde incluso me gustaría vivir durante algo más de tiempo. En cualquier caso, para cualquiera que visite Portugal, Lisboa debería ser un destino imprescindible.