Bago es la capital de la región homónima y se encuentra a 80 kilómetros al nordeste de la capital de Birmania.
Es una ciudad de paso, de camino a la Roca de Oro. La localidad, en sí, no es muy interesante. Estuve allí un día y una noche, pero no habría pasado allí más de media jornada Realmente, es una visita prescindibledurante tu estancia en Birmania.
En Bago, no te pierdas la pagoda Shwethalyaug, que representa a un impresionante Buda de 55 metros de largo y 15 metros de altura. Se trata de un centro de peregrinación budista, así que es posible que muchos de los presentes sean birmanos que acuden a venerar el templo.
Visité el monasterio de Bago, donde los monjes me dieron la bienvenida y tuve la oportunidad de asistir a algunos de sus rituales cotidianos. El mercado local también me gustó mucho.
Normalmente durante una estancia en Birmania la visita de Bago se hace en una excursión de un día, después de Yangon. No fue mi caso, yo diseñé mi itinerario al revés de la mayoría. Pernoctar en el sitio es conveniente para no preocuparse por el transporte de vuelta y gozar plenamente de la jornada.
El tuk-tuk fue el medio de transporte escogido para visuitar Bago y sus diferentes sitios de interés. Entre otros, el templo de la serpiente, donde se puede ver a una pitón gigante, adorada por muchos fieles que se desplazan hasta Bago para hacer ofrendas al animal. El impresionante Buda Shwethalyaung o los 4 Budas sentados de Kyaik Pun Paya son otras atracciones que vale la pena nombrar.
Pero lo que más me impresionó en ese día fue entrar en el vestíbulo del primer monasterio de la jornada, el Kya Kha Wain Kyaung. En este templo hay más de 1.500 monjes.
Bago está cargada de historia, y de 2000 años de budismo. Hay que decir que tiene muchos lugares de interés, pese a que la pagoda de Shwemawdaw, aparentemente la pagoda más grande de Shwedagon de Yangón, se destruyó en un terremoto (sus restos permanecen allí).
Qué ver: los templos. Nota para los amantes de la arquitectura. Te resultarán muy útiles los servicios de un guía, pues existen numerosas historias y anécdotas Dicho esto, lo que más me ha impresionado es sobre todo el ambiente que emana del monasterio. Cuando se entra en el salón de enseñanza se puede observar a los monjes sentados en el suelo con la mirada fija en un cuaderno de escritos en lengua antigua. Cada uno de ellos murmura en su rincón repitiendo frases fonéticas. Y tenemos la oportunidad de estar ahí, en ese preciso momento. Es una suerte. Y cuando alguien que va pasando te invita a agacharte con él y leer del libro de "dichos", y pone toda su voluntad para hacerte repetir las mismas palabras, es un momento sagrado y mágico. Divertido, pero auténtico. Algo que experimentar en un viaje a Birmania.