Sobre las altas tierras occidentales de Madeira se extiende una meseta pelada. En medio de un viaje por Madeira no siempre se piensa en visitar Paul da Serra. El lugar es algo solitario, ya que a menudo se halla envuelto por la bruma.
Aquí solo pude ver ganado pastando apaciblemente sobre la hierba, corta pero verde, en medio de juncos de un vivo color amarillo. Ni una sola barrera a la vista: únicamente algunos tramos de alambrada eléctrica.
Cuando se levantó la bruma, pude descubrir un paisaje increíble, oculto hasta aquel momento, con el mar muy cerca, pintado de intenso color azul, a uno y otro lado. Me gustó caminar tranquilamente por la Levada do Risco, en busca de diversas fuentes, descubriendo así la compleja red de canales que se emplean para la distribución de agua por los campos del sur.