
En algún lugar al sur de Christchurch, al final de una pequeña y tranquila carretera, se encuentra una pequeña ciudad donde sienta bien vivir y pasear, donde a la gente le gusta mirar al sol ponerse sobre las tranquilas aguas de la bahía al mismo tiempo que se recuerda la larga historia del lugar...
Cuando pasees por primera vez por las calles de Akaroa, verás que hay una fuerte presencia francófona en los nombres de los lugares, las calles, las casas... Lo que puede parecer una incongruencia en una ciudad tan alejada de Francia se debe a la tentativa de colonización de la región por algunos balleneros franceses en el siglo XIX, tentativa que fue muy corta dado que los ingleses (¡siempre son ellos!) se habían implantado allí desde hacía mucho tiempo y no tenían ninguna intención de compartir este territorio con los demás países (¡y mucho menos con los franceses).
Sin embargo, a pesar de lo furtivo de esta presencia, impactó enormemente a la ciudad y explica la estación de servicio "Essence", la "calle Lavaud" o incluso el viaje oficial del ministro socialista Michel Rocard (y recordado con una placa conmemorativa). Si, durante tu viaje a Nueva Zelanda, quieres recordar Francia, aléjate por un momento de tu itinerario y dirígete a Akaroa, ¡Francia lejos de Francia!
La mayor ventaja de la ciudad de Akaroa, además de su francofonía latente, es ser un lugar de vacaciones para aquellos que recorren Nueva Zelanda en familia. En este rincón del mundo todo invita a la relajación, el descanso y la naturaleza. Es virtualmente imposible estar estresado o apresurado de lo bonito que es el entorno. ¿Por qué apresurarte cuando te puedes tomar tu tiempo y saborear el momento presente sin preocuparte del mañana? Desde el más pequeño al más grandes, todos encontrarán la felicidad y la actividad de sus sueños en Akaroa.
Los niños estarán encantados de dar una vuelta en el mar, ir al minigolf local o ¡incluso ir a visitar el museo de la ciudad, dentro de una casa tan bonita que parece habitada por princesas! Los mayores podrán, elegir entre visitar los numerosos viñedos (y degustar, con moderación por supuesto), hacer senderismo por las alturas, pescar en la costa o incluso tratar de ir a sorprender a los pícaros delfines durante una salida al mar.
Para todos, el colofón de esta visita podría ser una visita guiada por un personaje con un auténtico traje de época, que estará encantado de hablaros sobre Akaroa, su historia, su pasado, sus trajes... Quizás este pueblo no sea EL lugar imprescindible de toda Nueva Zelanda pero, en cualquier caso, Akaroa ha sabido conservar su autenticidad y eso es lo que convierte un viaje a Nueva Zelanda en una experiencia exitosa!