Durante mi viaje a Polonia, fui a Malbork sin saber muy bien con lo que iba a encontrarme. Lo único interesante de esta ciudad es el castillo (de visita obligada). Me emocionó encontrarme cara a cara con una de las construcciones más extraordinarias y mejor conservadas. Los interiores del castillo de Malbork son casi igual de impresionantes que el exterior. Podrás visitar un montón de habitaciones, los calabozos y numerosas exposiciones, como, por ejemplo, una del ámbar, muy abundante en la región.
Sin embargo, la ciudad de Malbork es de una fealdad proporcional a la belleza del castillo. No es más que una sucesión de muchas construcciones de asfalto sin ningún encanto. Es increíble que un castillo así pueda encontrarse en un entorno como este.
La fortaleza de Marienburgo (Malbork en polaco) fue el lugar desde el cual la orden de los caballeros históricos consolidó du poder a la vuelta de las cruzadas, hasta llegar a inquietar a los reyes de Polonia. Intentaban fundar un estado monástico e teocrático que tuviera una gran influencia.
La imponente fortaleza así lo atestigua. Visitar este inmenso edificio me hizo retroceder realmente en el tiempo. Me impresionaron tanto el tamaño de la construcción como su sofisticación. El conjunto está muy bien organizado, y en su fachada pueden verse numerosas esculturas y originales adornos arquitectónicos.
Los múltiples recintos amurallados y los profundos fosos que rodean la fortaleza reflejan la grandeza que tuvo la orden teutónica en el pasado. Uno de los principales intereses de la visita es su precisión arquitectónica. Sus constructores utilizaron muchas técnicas que hasta enconces no se conocían.