La capital de Mingrelia es una ciudad verde y animada de 50.000 habitantes, con un clima subtropical. Se suele visitar por sus exuberantes jardines botánicos y por el Palacio de Dadiani, un castillo de un estilo europeo poco habitual en Georgia.
Aconsejo:
Ve a darte una vuelta por el mercado, en la calle Rustaveli, muy bien surtido y auténtico. Prueba el té, las sandías y los cítricos locales.
Mi opinión
Llegué a Zugdidi con el cielo despejado. Tenía algunos prejuicios, porque la ciudad está en la frontera con Abjasia y sufrió un flujo masivo de refugiados en los años 90. Cuál fue mi sorpresa al ver el agradable urbanismo de la ciudad, cubierta de vegetación subtropical y formada por enormes casas sobre pilotes, rodeadas de terrazas y jardines.
Me sorprendió su verdor. Lo entendí la primera vez que me llovió, esa misma tarde: ¡en Zugdidi la lluvia y el sol siempre se suceden! Disfruté de la cálida acogida de mis anfitriones mingrelianos, extrovertidos y sonrientes como casi todos sus compatriotas, y también de su cocina especiada.
Además del ambiente de la ciudad mingreliana, me encantó perderme por sus exuberantes jardines botánicos, fundados en el siglo XIX por los eurófilos príncipes Dadiani, que reinaban entonces en Mingrelia. También me gustó toparme con un castillo parecido a los del Loira en mitad del Cáucaso, el precioso Palacio de Dadiani, construido por los príncipes en un estilo neomedieval europeo. Es apasionante visitarlo y su parque, que cuando hace bueno invaden los jóvenes de Zugdidi, es un espacio para pasear con un romanticismo poco habitual en el Cáucaso.
