¿Quién no ha disfrutado alguna vez del poder tranquilizante del agua? Fuentes de vida, los ríos, lagos, arroyos y manglares ofrecen más de una ocasión para vivir una desconexión total y maravillarán a tus sentidos, facilitando la relajación...
Vivir al ritmo de la navegación, escuchando y observando a la naturaleza omnipresente, ¡ésta es una forma de relajación que invita tanto al descubrimiento como a no hacer nada! Aviso para las personas contemplativas que saben apreciar los beneficios de una naturaleza verde y exuberante para dejarse mecer y sorprender, al ritmo de la corriente, ya sea por el soplo del viento en una rama o por el vuelo de un grupo entero de coloridos pájaros salvajes.
Bienvenido al Canal de Pangalanes, o el "Kerala" malgache, durante una aventura fluvial que alterna navegación, observación y encuentros con los lugareños.
Verdadera confusión de ríos naturales y lagos artificiales en cerca de 650 kilómetros, el Canal de Pangalanes, hoy en día utilizado esencialmente para la navegación turística, fue construido en el siglo XIX para facilitar el transporte de los productos para la exportación (vainilla, café, lichis, madera, minerales, clavo) hacia el puerto de Tamatave.
Puesto que la navegación marítima en la costa este de Madagascar se había vuelto demasiado arriesgada por su exposición a los vientos extremadamente violentos y peligrosos, su construcción permitió hacer una vía navegable para las barcazas y las chalanas donde todavía hoy se ven embarcaciones cargadas de mercancías y pasajeros entre las piraguas y los pescadores.
Si, desafortunadamente, una parte del canal ya no es accesible por la invasión del camalote en la zona entre Vatomandry y Mahanora, hay muchos otros itinerarios en función de lo que te apetezca y de tu presupuesto. Tanto si prefieres la aventura tramo a tramo con salida en Managereza (puerto de pasajeros de Tamavare) en una chalana que no superará los 10 km/hora por una pequeña participación financiera, o, por el contrario, optas por un crucero más clásico que apuesta por el descubrimiento, con noches en cabañas o campamentos.
Detrás de una estrecha banda de tierra que la separa del océano, donde las olas se estrellan con fuerza en una costa poblada por ballenas y tiburones, la ribera azul noche del canal está bordeada por una exuberante vegetación de los verdes intensos de una gran intensidad. Palmeras, camalote, nenúfares o nepentes de Madagascar, la variedad de la flora confirma la belleza vegetal de una naturaleza todavía preservada.
En las márgenes del canal, la selva húmeda da refugio a cuatro especies de lémures, pero también a ranas, tortugas de agua dulce, cocodrilos del Nilo, y, en Vohiloba, a 38 especies de anfibios y de reptiles, 36 de ellas endémicas.
Decorado encantador y destino privilegiado para el naturalista, el canal sigue siendo antes que nada el paraíso de los ornitólogos : garzas reales, ibis, vencejos comunes, golondrinas de las Mascareñas, loros, ocas o búhos y becadas... entre las cuales, ¡50% de especies endémicas!
Con la corriente, el paisaje desfila en un tiempo que parece detenido... Con la mayor tranquilidad, los habitantes, como de costumbre, te saludan a tu paso... También disfrutarás de la lentitud de la navegación para observar los cultivos de arroz y de especias (clavo, canela, pimienta y café) de los Betsimisaraka, pero también su hábitat tradicional construido sobre pilotes de madera y de materiales vegetales, el "falafa", que los protegen de la humedad y de las crecidas.
Llenos de creencias ancestrales, este pueblo lacustre de pescadores y de agricultores teme especialmente la sombra misteriosa que cubre el agua ensombrecida por la noche, pues ven en ella el reflejo de un espejo que les interpela. Pero, más allá de los tabúes que rigen su vida diaria, sabrán acogerte con los brazos abiertos en tierra firma, ya sea para hacerte visitar una escuela, un dispensario o incluso su artesanía.
Aislados del turismo de masas, Andranokoditra y Andovoranto, cooperativas aldeanas creadas en 2006 con el fin de desarrollar la economía de los pueblos con acciones sostenibles y de dinamizar el Canal de Pangalanes,, te acogerán en dos ecocabañas, desde las que podrás apreciar la calma de las playas desiertas o visitar la reserva protegida de Vohibola gestionada por la ONG l’Homme et l’Environnement o la de Palmarium, impregnándote al mismo tiempo de una riqueza cultural todavía intacta.
Autenticidad y tranquilidad son verdaderamente las palabras que resonarán en tus recuerdos de este viaje por el Canal de Pangalanes, cuando al ponerse el sol, frente al océano y bajo los pandanus, todo es lentitud y felicidad... ¡la imagen por excelencia del país del "mora mora" y del que no se vuelve indemne!