Se puede llegar a Kioto desde Tokio por el famoso "TGV japonés", denominado Shinkasen en 2h40, así como del aeropuerto internacional de Kansai en Osaka por tren en 1h15.
Tuve la oportunidad de poder vivir en esta increíble ciudad durante algo más de 6 meses, gracias a mis estudios, y con sus más de 1.600 templos y santuarios shinto, todavía estoy lejos de hacer el tour completo.
Para mí, esta ciudad es una auténtica joya, y si no cuentas con tanto tiempo como yo para visitarla, te recomiendo ir a conocer los templos de Kinkakuji (Pabellón de Oro), símbolo de Kioto y el de Kiyomizu-dera que ofrece unas vistas magníficas de la ciudad. El Ryoanji, es famoso por su jardín de piedras, emblema de la filosofía « zen ». Date una vuelta por el barrio de Gion y descubre el arte tradicional y el teatro japonés, el lugar donde se pasean las Maiko (aprendices de geisha ). Por último, haz un picnic en Arashiyama y pasea por su famoso bosque de bambús.
Kioto me encantó. Por la riqueza de su historia, la belleza de sus templos y su marcado estilo cultural y religioso que caracterizan a esta ciudad, Kioto es en mi opinión un lugar imprescindible durante un viaje por Japón.
Yo soy uno de esos viajeros que experimentan esta atracción por Japón y que tenían en la cabeza un montón de estereotipos e imágenes del país. Kioto ofrece por así decirlo un enorme panorama de lo que es la imagen de Japón, calles estrechas, templos magníficos, delicadeza de los vestidos de las mujeres, quinta esencia culinaria, laberintos de colores que siguen a cada estación...
El amgiente espiritual de Kioto contrasta frontalmente con la animación de Tokio, y estuve especialmente encantado al visitar estas 2 ciudades de Japón. Si solamente puedes ir a conocer unos cuantos templos, no te pierdas de ninguna manera los magníficos templos de Kiomizu, Ginkakuji (Pabellón de Plata) y sobre todo el Kinkakuji (Pabellón de Oro).
El viajero que busque imágenes de impacto y experimentar nuevas sensaciones no podrá más que quedar atónito ante el “Kinkaku-ji”, una inmensa jaula de oro que parece flotar sobre el agua; en el interior del “Kiyomizu-dera”, erigido en las faldas de una colina; o en el “Fushimi Inari-Taisha”, recorriendo el laberinto de pórticos de bambú, armoniosamente pintados de naranja, que trazan de forma hipnótica el camino de los peregrinos a través de la colina en la que se encuentra.
Déjate llevar por la magia de esta ciudad, donde es tan sencillo encontrar la paz en un océano de calma budista como quedar atrapado en una vorágine de extravagancia nipona.
Kioto es una ciudad que protege su pasado bajo la modernidad de su paisaje. Es precisamente la diversidad de sus paisajes lo que más nos gustó, sus baños tradicionales nos permitieron apreciar mejor este hermoso modo de cuidarse, además de disfrutar del gran ambiente de las orillas del río Kamo. Pasamos un buen rato paseando por los muelles y observando a los niños que saltaban de una roca a otra para atravesar el río cogidos de la mano de sus padres, escuchando sus risas y las voces y acordes de unos jóvenes que tocaban la guitarra, así como admirando a los más deportistas, que corrían con sus coloridas ropas, y a varias parejas de enamorados que disfrutaban de un picnic al atardecer.
Llegue al final de la tarde y me volví a ir por la mañana temprano por lo que no tuve mucho tiempo para disfrutar de la ciudad. Me me quede con 2 puntos, en mi opinión, esenciales: las crêpes y un templo visitado por la noche.
Primero, el vientre: cuando estés en la estación de Kioto, compra una de las crepes propuestas. Yo opte por las de fresas frescas y nata. ¡Estaba tan buena! ¡Las personas que hacen las crepes, cuando las miras hacerlas, no tienen nada que envidiar a los franceses (¿han aprendido de un francés?) Y cuando vi la cantidad de nata que ponían en mi crepe... ¡Oh my God! Pero estaba realmente deliciosa, y debía reflejarse en mi cara pues las abuelas no dejan de sonreir al verme.
Después, la vista: debes visitar el templo de Kiyomizudera. ¡Es uno de los lugares más fotografiados del mundo y con razón! Las diferentes partes del templo son magníficas, sobre todo por la noche cuando está iluminada, lo que le da un relieve diferente del que puedes ver durante el día (¡pero siempre hay tanta gente!). Si puedes, ve en la época de los cerezos en flor, es magnífico. También tendrás una vista panorámica del resto de la ciudad que se extiende a tus pies. Finalmente, su gran parque que se extiende alrededor es un lugar magnífico para un paseo en familia o romántico.