Con sus grandes edificios, sus cuidadas avenidas, su preciosa playa y su largo paseo marítimo frente al océano, Durban tiene más bien aires de ciudad norteamericana o australiana.
Durante mi viaje a Sudáfrica, pasé la noche aquí antes de dirigirme a Drakensberg. Lo menos que puedo decir es que en Durban no sentí que estuviera en África. Salvo para hacer surf, no veo ninguna razón para ir. Si, a pesar de todo, tienes que pasar un día en la ciudad, el gran acuario es una maravilla. En cuanto al resto, mejor deja tus maletas en una de las pequeñas estaciones balnearias de la Sunshine Coast.
A mí me había gustado mucho Durban, pues me encantan las ciudades con puerto. Para mí, el actual puerto más grande del país y el tercero más grande de África Austral posee un encanto increíble, de ensueño e inimitable.
Llena de portacontenedores, grúas y cargueros inmensos y rostros piráticos, Durban es una ciudad grandede tránsito y de comercio, en la que los bares y restaurantes suelen estar abarrotados. Actualmente se trata asimismo de la tercera ciudad más grande de Sudáfrica; y está conociendo una evolución incesante.
Y no puedes dejar de visitar la espectacular cascada de Howick, que está situada en una naturaleza exuberante a una media hora de Durban. Es un lugar perfecto para pasar el día en familia y una etapa inolvidable de cualquier viaje por Sudáfrica.
Durban es una ciudad que me dejó una sensación agridulce. Muchos de los habitantes que están por el centro son encantadores y muy sonrientes, siempre dispuestos a conversar contigo; pero otros, como los que viven en barrios cercanos al puerto o en las afueras son un poco más complicados. Son un poco como los «down-town» de Estados Unidos. Tampoco es que te vayan a agredir, (yo jamás tuve miedo de nada ni vi nada raro mientras paseaba, aunque podría haber pasado), pero sí que se siente una tensión rara en el ambiente. Aun así, mientras no lleves joyas que se vean a primera vista y saludes a la gente con educación, podrás pasar por allí sin problemas de ningún tipo.
Lo que sí que está bien son los diferentes puestos y tiendas que te encontrarás por la calle y en los que podrás comprar todo tipo de frutas y verduras. Tómate algo de tiempo para observar el ballet de los taxis. Te hará sonreír: todo un espectáculo el que montan los conductores de taxi que te miran como si tuvieran los ojos fuera de órbita y te hacen señales de todo tipo para persuadirte de que montes en SU taxi y no en el del vecino.
En cambio, los nativos aconsejan (ellos también lo hacen) que te desplaces por la ciudad únicamente en un taxi oficial a partir del crepúsculo (o incluso un poco antes)... Es mejor prevenir que curar.
Mientras estés por el lugar, puedes disfrutar del jardín botánico tan bonito que tiene la ciudad, visitar el estadio Moses Mabhida, que tiene forma de nido de golondrina, muy fácil de reconocer y es muy grande y bonito, o simplemente darte una vuelta por el gran paseo que se construyó frente al mar hace tan solo unos años. Podrás incluso inscribirte en clases de surf, pasártelo bomba en el parque acuático «uShaka», que también cuenta con un acuario, o ir a hacer algunas compras al "verdadero-falso" pueblo artesanal que se encuentra justo al lado (aunque es un reclamo para turistas). Por último, si te gustan más los viajes de "deporte y aventura", parece que también hay varios sitios en los que practicar buceo por los alrededores, aunque yo no tuve la suerte de probarlos.