¡Me encantó Tashkent! Aquí vi otra cara de Uzbekistán; el desarrollo económico y la modernización se aprecian de manera muy diferente en esta ciudad que en otras más turísticas del oeste.
El bazar de Chorsu es una buena muestra: los stands instalados en un edificio renovado en el centro con puestos tambaleantes en la periferia, que recuerdan al resto de Asia Central, con animación pero sin alboroto.
Con sus amplias avenidas en el centro o a lo largo de las arterias principales y sus dos parques, se tiene la impresión por un momento de estar en una moderna ciudad de Norteamérica. Pero solo por un breve instante, ya que los militares situados en todas las bocas de metro y en los monumentos principales en honor del presidente nos devuelven a la realidad dictatorial en la que vive el país.
Otra pega es que los barrios populares que se encuentran entre el centro y el bazar de Chorsu están escondidos de los turistas por unos enormes muros blancos, como ocurre en Samarcanda.
Llena de paradojas, frenética, histórica y moderna, Tashkent es un ciudad que logra reunir ambientes tan dispares como su centro ultramoderno con edificios oficiales megalomaniaco, sus barrios de influencia soviética que reflejan el dominio de la URSS, y la ciudad rural y tradicional con sus bazares, sus mezquitas, sus acogedores habitantes y su anarquía.
Decir que me ha gustado Tashkent sería decir mucho. La ciudad es ruidosa, agotadora y el tráfico es incesante. Por otra parte, decir que no me ha gustado también sería mentir: Tashkent es seductora, alegre y entusiasta, y ofrece numerosos restaurantes, bares y lugares de vida nocturna. Por esta razón, recomendaría simplemente parar en este lugar indispensable del viaje a Uzbekistán para hacerte tu propia idea. Sobre todo porque te será casi imposible viajar aquí sin pasar por Tashkent.
Cuando llegué a Tashkent muy temprano por la mañana, después de pasar horas en el aeropuerto por huelga, mi primera impresión fue que era una capital gris y triste, con avenidas amplias y modernas. Si bien esta primera visión no dejaba entrever la riqueza histórica de estos lugares, la situación cambió tras un día deambulando por varios barrios acompañada de un guía.
Se pueden distinguir dos partes: el viejo Tashkent y los barrios más modernos. Empezamos por estos últimos, donde nos paseamos y descubrimos amplias plazas, Amir Timur y su estatua de Tamerlán, sin olvidar la Plaza de la Independencia, el teatro Alisher Navoï o el palacio presidencial, todos ellos construidos entre finales del siglo XIX y principios del XX.
En la parte histórica, aconsejo sobre todo visitar la necrópolis de Cheikh Antaour y las madrazas de Koukeldachi, Barakhan y de Abdoul Kassym. También me encantó el ambiente del bazar de Chorsu. En lo que se refiere a los museos, merece la pena visitar el de Artes Decorativas, que cuenta con una importante colección de bordados, joyas ofrecidas como dote matrimonial, tapicerías y otras cerámicas. El edificio, antigua residencia de un diplomático, es espectacular.