La caldera de Las Cañadas y más ampliamente el parque nacional del Teide son dos de mis lugares favoritos de todas las islas Canarias. A lo mejor, porque el paisaje es tan particular que tienes la impresión de estar en la Luna e ir andando entre sus cráteres. La piedra adquiere colores diferentes dependiendo del lugar: peñascos enormes de color rojo, llanuras de arena ocre y, a veces, incluso reflejos verdes en las rocas pulidas, formando contrastes sorprendentes.
Luego, en invierno, el escenario cambia. La caldera se cubre de nieve y se ve muy distinta, aunque igual de bonita. Con un poco de suerte, podrás ver la floración del tajinaste rojo. Es una planta que echa unas flores espectaculares, como lanzas encarnadas que se alzan varios metros hacia el cielo. No te lo puedes perder si haces un viaje a las islas Canarias.
La llegada a Las Cañadas te pilla casi por sorpresa. De repente estás allí. Pasas directamente de los pinares a un mar de rocas volcánicas. Aquel paisaje me impresionó un montón. Se distinguen muy bien las formas volcánicas en el interior de lo que parece ser un anfiteatro. Se trata de los restos de otro volcán, más antiguo que el Teide. Forma una corona de 25 km que en algunas partes alcanza los 600 m de altura.
Y en el centro de la gran llanura se alza el Teide, el pico más alto de España. Se puede subir en teleférico. Es algo espectacular: un paisaje lunar de ríos de lava y cráteres. Por el camino hice muchas paradas en los miradores que hay al borde de la carretera. Todos tienen vistas panorámicas y un panel explicativo.
Cuando estuve viajando por España hice una ruta por la base del Teide. Los senderos están muy bien señalizados. Lo único difícil fue elegir uno de tantos. Cuando me alejé de la carretera, mi impresión era la de estar en otro planeta.