A mi llegada a la ciudad de Rabat, debo admitir que la prejuzgué y que la odié antes de conocerla. En ese momento, viajaba en coche y parar en las ciudades era siempre todo un desafío. ¡Ese día había un tráfico de locos! Debimos de estar unas dos horas encerrados entre parachoques y parachoques. Una vez que salimos de aquel infierno, nos perdimos y acabamos otra vez en el mismo tráfico. En ese momento, lo habría dado todo por poder teletransportarme. Debo admitir que mi primera impresión de Rabat no fue precisamente buena. Hay que reconocer que la capital era la primera gran ciudad que visitaba durante mi viaje a Marruecos.
De todas formas, cuando salí del coche y encontré el hotel, ya estaba mucho más predispuesta para conocer las bellezas de la capital. Al final, le encontré bastantes. Concretamente, la arquitectura, las flores, la limpieza que reina en el centro, la vieja medina y la kasba, pero, sobre todo, el increíble paseo a lo largo del océano Atlántico. Esos son mis buenos recuerdos de la ciudad de Rabat.
Si visitas la ciudad sin coche, sin duda alguna te gustará.
Me gusta mucho Rabat. Para la mayor parte de los viajeros durante una estancia en Marruecos, es una gran ciudad hostil de la que hay que marchar pronto para visitar los lugares más auténticos. Sin embargo, comparada con su vecina Casablanca, me parece que Rabat es una ciudad llena de encanto.
Extendida frente al océano Atlántico, es una capital muy agradable y relativamente ventosa donde nunca hace ni demasiado frío ni demasiado calor. Sus murallas que dominan el océano son magníficas.
Guardo un recuerdo extraordinario de mi visita a la kasbah de los oudayas en Rabat, del recorrido por los magníficos jardines y de la impresionante vista desde la terraza. No te pierdas, durante tu estancia en Rabat, la visita a la necrópolis de Chellah.
Al contrario que algunas ciudades vecinas como Casablanca, Rabat se recorre rápidamente. Además, ofrece calma y tranquilidad. Pasé mi estancia en Rabat en un riad, para sumergirme en el mundo marroquí mucho mejor que en un hotel.
Durante tu viaje a Marruecos, te aconsejo que vayas a Chellah, que alberga las ruinas romanas más bonitas del país. También puedes visitar la medina de Rabat (casco antiguo) que me dio la impresión de no estar muy invadida por los turistas, lo cual la hace aún más auténtica. Allí se pueden encontrar las mejores alfombras marroquíes, sobre todo en el pasadizo cubierto de la calle de los cónsules, justo al lado del zoco Es Sebat, donde hay muchas otras tiendas.
Y, no muy lejos de la kasba, se encuentran el Museo de Artes Marroquíes y unos fabulosos jardines de estilo andaluz por los que vale la pena pasear. Para descubrir las numerosas delicias del mar marroquíes, fui a 'La péniche', un pequeño restaurante situado en el puerto de Rabat que ofrece unas vistas muy agradables sobre el océano.
Como decía antes, Rabat es agradable, pero también me parece que es más bien una ciudad de paso que un sitio donde quedarse mucho, ya que se recorre bastante rápidamente. Sin embargo, si lo que buscas es tranquilidad y relajación, Rabat es un destino que te recomiendo. Como en muchas otras ciudades marroquíes, hay muchos centros de bienestar que ofrecen hammam, tratamientos con aceite de argán y otros tratamientos típicos de Marruecos.