
Lamu es una ciudad magnífica, cautivadora y con un encanto irresistible. Es imposible no enamorarse de sus callejuelas. Un consejo, aprovecha tu viaje a Kenia para descubrir lo antes posible esta joya, situada a orillas del océano Índico.
De acuerdo con la investigaciones arqueológicas, la historia de la ciudad de Lamu se remonta al siglo IX. En aquella época, Lamu ya era un importante centro del comercio en China. Los asiáticos traían piezas de porcelana que, luego, eran intercambiadas con los comerciantes árabes, a cambio de las riquezas del continente africano. Productos de lujo como el ámbar, el marfil, los cuernos de rinoceronte o los caparazones de tortuga, por ejemplo, abandonaban Kenia, a bordo de las bagalas. A la llegada de los gallas, Lamu ya era una ciudad próspera y fue entonces cuando se creó su identidad y cultura suajili. Gracias a la protección que le otorgaron los otomanos, Lamu siempre se resistió a la invasión portuguesa. Así, el archipiélago de Lamu es considerado, aún hoy en día, la cuna de la cultura y la civilización suajili. A partir de 1813 y de la famosa batalla de Shela, Lamu comenzó a atraer, cada vez más, a los comerciantes árabes e indios. Los primeros europeos desembarcaron en 1873 y pusieron fin a la esclavitud. Esta liberación de los esclavos desencadenó la decadencia económica de Lamu. El puerto se vació y sus callejuelas se llenaron de polvo.
Si durante tu viaje a Kenia, te tomas la molestia de hacer un salto a Lamu desde Malindi o Mombasa, te sentirás como si hubieses hecho un viaje en el tiempo al pasado. Lugar de culto para los hippies de todo el mundo durante un tiempo, Lamu era conocida, en los años 70, como la Katmandú de África. Hoy en día, Lamu es una ciudad santa del Islam y cuenta con más de treinta mezquitas. Es tan bella, cautivadora y fascinante que incluso ha sido nombrada Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
Lo ideal sería hacer un primer descubrimiento de la ciudad llegando por mar, a bordo de la tradicional y típica bagala. Una vez que hayas puesto un pie en la isla, piérdete por su laberinto de callejuelas. Este auténtico dédalo es una llamada irresistible a la exploración. Bajo el sofocante calor, tendrás que adoptar el ritmo lento y pausado de sus habitantes. La particularidad del casco antiguo de Lamu son sus casas de piedra de coral. Las callejuelas son tan estrechas que solo puedes moverte por ellas a pie. Te encontrarás con los pequeños comerciantes y artesanos. Descubrirás innumerables escenas de la vida cotidiana. Escucha. ¿Lo oyes? Es el canto de los muecín. La llamada a la oración hace que el ambiente sea aún más magico. Un único consejo para conocer Lamu, disfruta del momento.