La visión de Lamu me dejó simplemente atónito, tanto su archipiélago, como la isla y la ciudad. Esta última está considerada como la cuna de la cultura suajili y constituye su conjunto arquitectural mejor preservado, en mayor medida incluso que Mombasa o Zanzíbar. La ciudad atrae y seduce desde hace varios siglos, y, a pesar del turismo, no ha perdido encanto. Para toda persona que venga buscando exotismo, Lamu encarna ese misterio hecho de Levante y de océano: aquí se han fusionado las culturas africana, india y árabe.
Además, en Lamu se encuentra el océano, con playas magníficas, de arena amarillenta y fina, punteadas con palmeras: la estampa típica de los mares cálidos. El dhow, embarcación tradicional del pueblo suajili lo utilizan aún a diario los pescadores.
Aunque no tenía especiales ganas, al final accedí a sumergirme en el mar, frente a la isla de Lamu. Me convencieron mis anfitriones. He de decir que nunca les agradeceré lo suficiente el haberme convencido: el mundo de coral, poblado por peces tropicales de colores de ensueño, resulta onírico hasta decir basta...