
La meseta tibetana se sitúa al norte del Himalaya, la mayor parte, en China. Y no es casualidad. Más bien es el resultado de un proceso natural completamente único. La colisión de las placas tectónicas índica y euroasiática ha ido acorralando sucesivamente a las placas de Qiantang y de Lhassa. Esta meseta es una de las estructuras topográficas más grandes sobre la faz de la Tierra.
Las praderas que cubren el territorio son una muestra de las durísimas condiciones de vida. Por si fuera poco, el clima está desertizando el territorio. Algunos paisanos cuentan que, hasta hace pocos años, la hierba cubría la meseta tibetana hasta la altura de las rodillas. Hoy vemos un terreno árido, casi desértico. La desaparición de la vegetación es alarmante. Para los habitantes tiene consecuencias dramáticas, pues ya no tienen qué comer. Da qué pensar... ¿qué será de estas tierras, olvidadas del mundo?
Lhassa, con su palacio de Potala, es uno de los principales lugares sagrados de la cultura budista. Es casi imprescindible visitar esta capital para llegar a entender completamente la identidad tibetana. También supone una gran inmersión en la religión budista.
¡Pero no te conformes con eso! Si quieres saber más, sigue ruta hacia la ciudad de Gyantse y el monasterio de Palkhor, de ahí vete a Shigatse y al impresionante monasterio de Trashilhunpo, uno de los más destacados de la región.
Puedes recorrerte los lugares sagrados y, de vez en cuando, prolongar la visita durante unas horas para escuchar las enseñanzas de algún monje. Para que la experiencia sea más inolvidable todavía, aprovecha que algunos monasterios te dan la opción de pasar allí la noche, ¡perfecto para compartir el día a día de los monjes! Pero es que además suelen estar encaramados en las montañas, en medio de paisajes que te dejarán sin palabras.
Se pueden hacer paseos de unas horas, rutas de varios días, peregrinajes... ¡Doy mi palabra de que todos los aficionados al senderismo se quedarán locos!
Por el glaciar de Mingyong los excursionistas pueden descubrir unos paisajes increíbles siguiendo un sendero señalizado. Es un paseo de unos noventa minutos con vistas panorámicas de los paisajes montañosos del Himalaya.
Si prefieres hacer una escapada de varios días, te recomiendo hacer una ruta por los numerosos lagos de alta montaña. El lago Nam es uno de mis preferidos. Si tienes ocasión de ver amanecer desde allí, vivirás un momento absolutamente mágico.
Y para quienes vayan al Tíbet en busca de encuentros y espiritualidad, ¿qué mejor opción que hacer un peregrinaje? Una de las peregrinaciones más puras (y deportivas) es la de Kawa Karpo. La versión reducida se hace en un par de días. Sin embargo, si quieres vivir una experiencia intensa de verdad, haz la peregrinación completa, que dura dos semanas. Será una aventura inolvidable por el corazón de unos paisajes espectaculares: un verdadero camino de iniciación y espiritualidad.