Después de pasar por la capital china, Chengde es una bocanada de aire puro. Además de refrescante, es una escapada cultural e histórica de primera categoría.
Fue en aquellas colinas tan verdes donde el emperador Kangxi decidió instalar en 1703 su residencia de verano. En el siglo XVIII Chengde fue la sede de la residencia de verano de los emperadores de la dinastía Qing y de toda la corte imperial. En la actualidad, la residencia de montaña y los templos cercanos constituyen el mayor conjunto de palacios, jardines y templos de toda China y están protegidos por la Unesco. Concretamente, destaca arquitectónicamente al integrar elementos artísticos y culturales mongoles, han y tibetanos.
Para empaparte bien de aquel ambiente tan peculiar, lo mejor es quedarse dos noches allí.