
La Ciudad Prohibida está situada en la plaza de Tiananmen, en Pekín, y es un lugar emblemático de la cultura china. Al entrar en este majestuoso e inmenso monumento, sentirás que estás viajando en el tiempo, a la época de los emperadores (¡siempre y cuando consigas ignorar el inmenso retrato de Mao que hay colgado en la fachada principal!). Con un poco de imaginación, podrás incluso sentir la presencia de Yongle, el tercer emperador de la dinastía Ming, que ordenó su construcción en 1406.
Hicieron falta casi dos décadas para que este ambicioso proyecto acabara viendo la luz. Con una superficie de 72 hectáreas, el “Museo del Palacio” (también llamado así) se encuentra en perfecto estado de conservación. ¡Es una verdadera joya, un museo a cielo abierto que no puedes perderte bajo ningún concepto si visitas Pekín!
Un inmenso retrato de Mao da la bienvenida a los visitantes a la entrada del monumento. Parece vigilar el lugar, con una mirada confiada y benevolente, mientras que su mausoleo está erigido a solo unos pocos metros de allí (mira bien a tu alrededor. ¿Ves una fila muy larga de turistas chinos? ¡Ahí es!).
Tras caminar tan solo unos pasos por la Ciudad Prohibida los tesoros imperiales de la civilización china comenzarán a aparecer por doquier. Hay una gran cantidad de joyas y muebles celosamente guardados en la inmensidad de la ciudad imperial. Verás numerosos budas, así como prendas tradicionales y demás productos textiles. Piezas de bronce, instrumentos de música, lacados, cerámicas, pinturas antiguas... La riquezas de multiplican a cada paso. Todo parece seguir en el mismo estado que antaño, cuando los mandarines habitaban en la ciudad. Allí, junto con los emperadores, elaboraban sus estrategias y planes políticos.
En este entorno tan particular, el silencio es espectacular. Todo el mundo permanece callado y observándolo todo con admiración. Y eso que el lugar no está nada lejos de las bulliciosas avenidas de la ciudad. En un ambiente de paz absoluta, este mágico lugar consigue dejar atrás la intensa actividad de Pekín. Al entrar en la ciudad uno tiene la sensación de haber viajado muchos siglos atrás, a pesar de las aglomeraciones de turistas.
En un claro ejemplo de la ambición de aquella época, el emperador anhelaba conseguir el ideal de la perfección divina. Deseaba construir un palacio que se aproximara lo máximo posible a la cifra reservada a los dioses, es decir, al 10 000. Además, el número 9 es un símbolo de buena suerte en China, por lo que emprendió el utópico proyecto de construir 9999 estancias en la ciudad. Un desafío completamente loco para cuya realización hicieron falta una mano de obra y una inversión colosales.
Conociendo estos datos no debe sorprender a nadie que 200 000 obreros perdieran la vida durante la construcción de este proyecto y que la gigantesca obra movilizara a todo el país, principalmente para el suministro de materiales.
Para comprender mejor la estructura de la Ciudad Prohibida te recomiendo que visites los dos patios principales del Palacio, en torno a los cuales se disponen las diferentes estancias. Por un lado, hay un patio exterior, concebido para la vida pública y destinado a albergar las grandes ceremonias oficiales. Al otro lado está el patio interior, concebido para la vida privada y atravesado de este a oeste por un río artificial llamado Río de Agua Dorada (Jinshui He).
Los más curiosos se harán numerosas preguntas acerca de los detalles arquitectónicos. Lo ideal es recorrer todo el lugar con calma y observarlo todo con atención, mucho mejor si se hace acompañado de un guía local. ¡Te facilitará mucha información y te mostrará numerosos detalles que de lo contrario pasarán desapercibidos para ti!
Incendiado por los manchúes en 1664, el Palacio fue reconstruido a imagen y semejanza del original. Desde entonces, los años han seguido pasando y la ciudad imperial ha persistido hasta nuestros días. En 1987 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.