La verdad es que la provincia de Bari tiene un montón de sitios llenos de colorido. Ya estaba convencido de ello cuando llegué a la antigua ciudad de Castellana Grotte, con una armonía cromática extrema en beis claro, situada sobre la colina, a los pies de su iglesia. Palacios del siglo XVIII, iglesias barrocas y un número de joyas insospechado surgían armoniosamente de entre las estrechas callejuelas. Una pequeña ciudad pintoresca y en cuesta, magnífica y muy típica del sur de Italia.
¡Pero cuál fue mi sorpresa al ver las cuevas de Castellana! Había pasado de largo y nadie me había hablado de ellas. Mi anfitriona me convenció de ir a verlas. Debo admitir que el lugar es, sencillamente, prodigioso. Son una serie de cuevas que se extienden durante 3 km en un lugar excepcional.
Por supuesto, hay estalactitas, estalagmitas, cavidades y formaciones rocosas de todo tipo, cañones, lagos subterráneos y descubrimientos arqueológicos. Pero, ¿quién se iba a imaginar un espectáculo como el de la Grotta Blanca, con un montón de brillantes picos de alabastro de una pureza sin igual saliendo de todas partes? Y, ¿quién me iba a decir que las cavernas tenían esa diversidad, y que la policromía alcanzaría ese punto de no retorno?