La última vez que vine a la espléndida ciudad de Venecia, pasé aquí un fin de semana romántico con Mónica Bellucci (que no me crees, pero déjame soñar al menos un ratito).
Venecia es una ciudad mítica, estupenda y serenísima, pero muy turística. Cuando estuve con Mónica, decidimos visitar la ciudad a primera hora de la mañana para evitar la masa de gente y disfrutar los dos solo de la atmósfera tranquila de las callejuelas, los pequeños puentes y los pequeños canales. Más tarde, desayunamos en la plaza de San Marcos frente a la inmensa torre del Campanile y la suntuosa Basílica de San Marcos. Continuamos paseando de la mano hasta el palacio Ducal y el puente de los Suspiros. Las fachadas que se observan subiendo por el gran canal se asemejan a un inmenso museo a orillas del agua. A cada lado del canal se elevan las fachadas de extraordinarios palacetes. Y cuando llegas al puente Rialto es una experiencia mágica.
No hace falta decirlo, pero Venecia se descubre desde el agua y su famoso carnaval es la ocasión perfecta. Gracias por dejarme soñar un rato...
Durante un viaje a Italia, pasé 4 días en Venecia con mi pareja. Eso nos permitió tomarnos el tiempo de descubrir la ciudad y la isla de Burano que está al lado. En Venecia siempre hay muchos turistas, por lo que hay que ser paciente. Después de haber visitado los lugares más turísticos (la plaza y la basílica de San Marcos, el Palacio Ducal, de Rialto, etc.), también hicimos una visita guiada en español de la torre del reloj que está en la plaza de San Marcos. Por suerte, estábamos solos con el guía. ¡Fue mágico!
También decimos visitar la ciudad de Venecia perdiéndonos voluntariamente. Lo que te permite alejarte de zonas más turísticas sin estar realmente perdido pues siempre hay un vaporetto cerca que te puede conducir al centro de Venecia.
Para mí hay dos Venecias. La primera que descubrí durante mi primer viaje, son sus calles y sus canales principales entre la plaza de San Marcos y el Rialto y la galería dell'Academia. Y si la ciudad era naturalmente bella, el incesante flujo de turista era tan insoportable que no estaba descontento cuando mi estancia se termino por fin.
Sin embargo, la segunda Venecia apareció ante mis ojos cuando volví una segunda vez, y cada vez me gusta más. Es la de sus barrios anexos, Dorsoduro o Cannaregio, esos lugares donde todavía viven los venecianos, donde la vida pasa como siempre ha pasado, donde los bares de tapas (ciccheti) están llenos de lugareños, donde las pequeñas plazas están llenas de jóvenes que juegan al fútbol y, sobre todo, donde las sinuosas callejuelas y el laberinto de canales todavía no ha sido asaltado por los turistas.
La segunda es la que más me gusta, es uno de los lugares más mágicos del mundo.