Senegal es un país turístico, gracias a su sol y a su clima templado durante casi todo el año. Con frecuencia, los turistas acuden para disfrutar de las playas de Saly, en la Petit Cote. Pero el país tiene otras muchas maravillas desconocidas.
Todo comienza en Dakar, cuyo centro histórico es un enorme mercado muy animado. Aquí es donde están los museos y el puerto que conduce a la famosa isla de Gorée, a donde fueron deportados los esclavos para el Nuevo Mundo.
Muy popular también, la ciudad colonial de Saint Louis mantiene la encantadora singularidad de sus casas y un letargo provinciano solo roto durante el festival de jazz celebrado en la ciudad. Siguiendo el río Senegal, que marca la frontera con Mauritania, se accede al interior de sus tierras, donde se encuentran los áridos paisajes sahelianos, regados por el único río de la localidad de Podor
Al sur de Dakar, en la Petite Cote, Mbour es la principal ciudad, conocida por su gran mercado de pescado y sus canoas de colores. Es la última ciudad antes de llegar a la región de Sine Saloum. Más alejadas, Palmarin y Djilor ofrecen unos paisajes magníficos.
Más escasos son los visitantes que se desplazarán hasta Casamance, una región situada al otro lado de Gambia. Subiendo por el delta, de pueblo en pueblo, se llega a la preciosa isla de Carabane antes de llegar al cabo Skirring, conocido por sus playas, entre las mejores del país.
Por último, los amantes de la cultura y las tradiciones étnicas tienen que visitar el interior del Senegal oriental,, en la frontera con Mali y Guinea Conakry. Ahí se encuentra el Parque nacional Niokolo-Koba, donde se puede observar una rara fauna. Se suele visitar, sobre todo, Kedougou, la capital de la región, para descubrir a los bassaris, famosos por sus espectaculares iniciaciones tribales celebradas en mayo o a los bediks, otra etnia rica en tradiciones de esta región tan remota del Senegal.