Dakar es una ciudad agotadora y apasionante al mismo tiempo y además es una capital sorprendente en pleno apogeo. Para mí es una de las capitales africanas más agradables por la omnipresencia del océano y las playas de arena fina que bordean la ciudad. Según el viento que sople, me gusta bañarme en la inmensa playa de Yoff, la encantadora isla de N’gor (a la que se puede llegar a nado), la playa de Mamelles con su pequeño bar rastafari o la playa de Anse Bernard (en pleno centro).
Es un placer perderse por las callejas de arena de los barrios populares de Medina o el Gran Dakar, en los animados pasillos del inmenso mercado Sandaga o en medio de los puestos de frutas y verduras del pequeño mercado Kermel (donde resulta agradable comer algo rápido a mediodía). Me encanta pasearme al final del día por la parte alta del faro de Mamelles y admirar desde allí las vistas panorámicas de la ciudad.
Para descubrir Senegal hay que descubrir su vida nocturna. En Dakar la música, la fiesta y el baile están presentes todo el año y todos los días de la semana. Estos son algunos de los lugares de moda: Biscuiterie, Just4You, Petites Pierres o Institut Français. No hay que olvidar que la fiesta más ecléctica de Dakar es la Kool Graoul, que se celebra el primer sábado de cada mes y donde podrás encontrar tanto a gente de Dakar como a turistas de todo el mundo.
Como ocurre en muchas ciudades grandes de África, Dakar se desarrolla a un ritmo frenético y quizá sea eso precisamente lo que más me ha marcado a mi paso por la capital senegalesa. Todo parece estar en obras, en proceso de renovación o en construcción. ¡Parece que no existe ni una sola calle en la que no haya grúas u obreros trabajando! La consecuencia puede analizarse desde dos puntos de vista: por un lado, que el país avanza, se moderniza y prospera; por otro lado, que el país se desnaturaliza y los antiguos barrios tradicionales de pescadores se sustituyen a golpe de paleta y llana por flamantes bloques de oficinas nuevos hechos de cristal...
No obstante, el ambiente de Dakar sigue siendo muy distendido y más liberal que en el resto del país (excluyendo la costa que rodea a Sally). Además, la ciudad presenta muchos restaurantes, bares y cafeterías donde se puede salir comer e ir de fiesta. Dakar es sin duda una visita ineludible durante un viaje por Senegal. Por tanto, tendrás que elegir si solo vas a ver la ciudad de paso o si te vas a dejar llevar por el torbellino de actividades que ofrece la ciudad.
Como sospechabas, Dakar es una ciudad llena de energía. en la que suceden cosas por todas partes y no sabrás por dónde empezar. Algunos la ven también bulliciosa, ruidosa y caótica. Incluso los veteranos en términos de "combate" se sentirán un poco perplejos con los cambios que se producen en esta capital, siempre en movimiento. Pero la urbanización y la aculturación ¿son realmente sinónimos?
Por mi parte, a mí me pareció fascinante. Con respecto a las actividades disponibles, había bastantes opciones. También, deberías programar varios días en el lugar como final de tu circuito por Senegal. Lista no exhaustiva de cosas que hacer: un paseo por uno de los muchos mercados (sobre todo el de Tilène, con sus amuletos y pociones mágicas), el faro de Mamelle y su panorama, las playas a pocos kilómetros del centro, encuentros con los artistas del pueblo de Soweto, una escapada a la isla de Gorée, la observación de aves en las islas de la Magdalena, etc. Los amantes del deporte pueden acudir al estadio Demba Diop para ver un combate de lucha libre senegalesa y terminar esta escala urbana de tu viaje con un espectáculo único y sorprendente.