
Uno ya no existe y el otro todavía tiene un gran futuro por delante. Los dos forman parte del patrimonio del país. Seguro que durante tu viaje a Turquía visitarás un antiguo harén y disfrutarás de un baño turco.
Aunque es objeto de numerosas fantasías occidentales, los harenes que podrás visitar durante tu viaje a Turquía ya no albergan a cientos de mujeres jóvenes. La visita a estos lugares rodeados de leyendas y misterios hará volar tu imaginación. La mayoría de los occidentales ha soñado en algún momento con dirigir su propio harén. Imagina que eres un sultán, el único jefe de un harén formado por cientos de mujeres que están completamente a tu servicio.
Aunque antes de transportarte a ese mundo, deberías saber que la realidad era muy diferente a la fantasía. La verdad es que era la reina madre quien dirigía el harén junto al agha, el jefe de los eunucos. El propio sultán no tenía ni voz ni voto en su propio harén. Si bien era el único hombre que podía entrar en él. La vida en el harén tampoco era fácil. Había que seguir una verdadera disciplina militar.
La vida de las mujeres era dura ya que tenían que soportar constantes celos y humillaciones. Cuando el sultán se interesaba por una nueva mujer, esta era trasladada al sector de las favoritas por la reina madre. Las otras, celosas de la recién llegada, no dudaban en llevar a cabo tentativas de asesinato o envenenamiento para acabar con ella. La mayor parte de estas mujeres eran esclavas. Las de raza blanca tenían que quedarse 9 años y las de raza negra 5. Aquellas elegidas por el sultán eran las odaliscas. Las que le daban un hijo eran las kadin. Todas las kadin tenían la ambición de acceder al título de sultana valide. Cuando el sultán fallecía, las mujeres dejaban el harén y se trasladaban al serrallo. Solo se quedaban la sultana valide y su hijo, que se convertía en el nuevo sultán. Entonces se formaba un nuevo harén y así sucesivamente hasta 1909, año en que se prohibió esta tradición.
Los turcos se inspiraron en las termas romanas para crear el baño turco, más conocido como el hammam. Como podrás observar, estos baños todavía están presentes en todas las ciudades de Turquía. La visita al hammam es una excursión imprescindible durante tu estancia en Turquía. Después de desvestirte en una sala en la que puedes recostarte y beber té, pasas a otra habitación para lavarte con jabón y un guante de crin. Es perfecto para quitarse las pieles muertas (literalmente). Por último, se entra en la sala caliente. Si optas por un masaje, prepárate para vivir una experiencia única. Olvídate de los masajes agradables y sensuales, aquí el proceso es mucho más energético.
Una vez en manos de la bestia es inútil gritar, retorcerse, pedir ayuda (nadie se atreverá a intervenir) o intentar escapar. Es imposible huir y no parará hasta que considere que estás los suficientemente relajado. Ánimo. El único consuelo es que los hammams no son mixtos así que tu media naranja no será testigo de tus gritos y súplicas. Siempre puedes hacerle creer que has aguantado la tortura sin rechistar.