Mi estancia en Mardin me llenó. El casco antiguo, hermoso, construido en una colina con vistas a las llanuras de la Media Luna Fértil, deja entrever las tierras sirias.
La diversidad de culturas que conforman Mardin es increíble. Allí conviven personas de diferentes religiones: islam, cristianismo, judaísmo y el yazidismo. Para convenceros de ello, sólo tenéis que observar la alternancia de torres y minaretes de la ciudadela. Mientras caminaba, podía oír de forma sucesiva árabe, turco y kurdo. Este mosaico de lenguas es fruto de la historia particular de Mardin, que durante largo tiempo fue el paradigma de la tolerancia religiosa.
Recomiendo encarecidamente una visita al excelente museo, que vale la pena ver, ya que permite entender mejor la riqueza y complejidad de la historia de la ciudad, sus monumentos, su diversidad y su ambiente sereno.
No obstante, hay que prestar atención al hecho de que está muy cerca de la frontera con Siria. Ya en marzo de 2014 pude ver los tanques del ejército turco por las calles, y un campamento de la ONU instalado en lo alto de la colina. Aunque esto no perturbó apenas mi estancia, todo esto puede evolucionar... espero que a mejor.
Adoré mi viaje al este de Turquía. Todavía guardó uno de mis mejores recuerdos de viaje. Mardin es la ciudad a visitar: sus habitantes son muy acogedores y la comida es deliciosa. Lo que más me maravilló fue la impresionante vista de Mesopotamia, esta región histórica donde han vivido numerosos pueblos y civilizaciones a lo largo de la historia.
Me encantó visitarla antigua ciudad asiria con sus moradas y sus iglesias, que se encuentra en Midyad. Es un lugar magnífico y único que no te puedes perder.
Tras una larga jornada estival y al caer la noche, ve sentarte en una cafetería que domine Mesopotamia para disfrutar de la calma y, sobre todo, del frescor.