Dogubayazit, de entrada, me pareció no tener gran interés: con su centro polvoriento, anárquico y de asfalto, su ambiente turbio de ciudad fronteriza con Irán y su ausencia relativa de vestigios históricos, no tuve muchas ganas de quedarme. Sin embargo, al subir un poco más arriba comprendí por qué había ido: primero, por su increíble Palacio de Ishak Pachá, a la vez fortaleza y mezquita, que corona la ciudad y, en segundo lugar y sobre todo, por el mítico monte Ararat, cumbre más alta de Turquía con sus 5137 metros, que domina la ciudad por su lado más acogedor.
Por lo tanto Dogubayazit es el campamento base perfecto para preparar la ascensión al monte Ararat y pasar algunos días en una ciudad curda con orgullo, que se desmarca radicalmente de sus vecinas desde el punto de vista cultural. Es una experiencia que aconsejo un montón en los confines orientales de Turquía.