Lo primero que me marcó al llegar a Tokat es la belleza natural de su ubicación. Situada en un valle resguardado entre varias montañas desérticas, se orienta sobre todo en torno a la ciudadela, situada sobre un abrupto promontorio rocoso. El casco antiguo se extiende a los pies de esta colina y está formado por unas magníficas casas blancas que se conservan de la época otomana, repartidas por cada orilla del río y unidas por un precioso puente antiguo.
Me encantó visitar los principales monumentos históricos de Tokat, cada cual más bonito: la ciudadela en sí con sus 28 torres, el konak (palacio otomano) de Latifoglu, del siglo XVIII, transformado en museo y abierta al público, así como la madraza Gök, de la época selyúcida (siglo XIII), con ornamentaciones especialmente finas, que hoy en día alberga el museo de historia y de etnografía.
También me fascinaron la plaza de los artesanos en el casco antiguo, donde siguen trabajando muchos de ellos, los salones de té y los restaurantes, que sirven una cocina de lo más sabrosa... En resumen, Torak es un bonito destino.