Uzungöl es una laguna preciosa. A su alrededor se extiende un pueblecito encantador, en mitad de un valle muy frondoso. Yo estuve en noviembre, que hacía un frío que pelaba. El pueblo estaba tranquilo y sin turistas. Llegué hasta allí en un coche fúnebre de un color verde llamativo. Yo iba al lado del ataúd que pronto recibiría su paquete.
La mezquita de Uzungöl, con sus dos minaretes, que se reflejan en las aguas de la laguna, son la principal atracción de aquel paraje idílico. El escenario natural tiene una belleza que dejaría sin aliento a cualquiera. Supera (y mucho) a cualquier otro lugar que yo haya visitado cuando he estado de viaje por Turquía.
Mi consejo sería que te quedaras unos cuantos días para aprovechar la serenidad que reina allí. De todas formas, si decides ir en invierno a pasar unas horas, ve bien temprano. El sol se esconde muy pronto por detrás de las montañas. Ten en cuenta que la luz le da todavía más encanto al lugar, que ya de por sí es precioso.