Desde lejos podrás reconocer el color rojo sangre con el que se pintó su fachada. Su desmesura y su estilo único no podrán dejarte indiferente. Santa Sofía se ha convertido, con el paso del tiempo, en una visita obligada durante un viaje a Turquía. Monumento cargado de historia que ha sido testigo de las ocupaciones sucesivas de la ciudad, opino que visitarla es un primer paso para empezar conocer la rica cultura de Turquía.
Fruto de sus evoluciones religiosas, la basílica está adornada con distintos símbolos. La luna menguante y la estrella adornan su cúpula externa, mientras que unos mosaicos cristianos recubren los muros internos. Me encanta Santa Sofía por su encanto fuera de lo común.
Durante tu visita, no te olvides de subir a la segunda planta. Allí se conservan y exponen colecciones de objetos religiosos. También es el lugar más estratégico para admirar su imponente cúpula, de 32 metros de diámetro.
Bizancio, Constantinopla, Estambul... Toda la grandeza de sus distintas épocas se respira entre los muros de Santa Sofía.