Aunque İsmayıllı no cuente con monumentos turísticos importantes, es una ciudad acogedora, en especial por su pintoresco entorno geográfico. Los torrentes del Gran Cáucaso han ido abriendo valles rocosos, perforando los acantilados en las montañas, creando un universo mineral e irregular.
Aparte de una gran esplanada central, muy soviética, İsmayıllı está sobre todo edificada con casas típicas caucásicas con balcones de madera, terrazas y rodeadas de jardines huertos. Hay que impregnarse del ambiente del mercado local, y luego encontrar una forma de internarse en los profundos valles del Cáucaso. Aquí la naturaleza es generosa, verde, en las antípodas de la árida estepa de Shirvan, si bien está muy próxima. Disfruté explorando los remotos valles de las montañas que se alzan detrás de la ciudad. En especial te recomiendo ir a ver el pueblo de Lahidj, un pueblo de artesanos que ha sabido conservar un marcado carácter medieval.
En otro género, el recuerdo que más me llamó la atención durante mi recorrido por la región de İsmayıllı fue la visita de Ivanovka, a 5 km de la ciudad. Está poblada principalmente por molokans, que pertenecen a una secta rusa perseguida en Rusia y refugiada en el siglo XIX en el Cáucaso, una especie de amish ortodoxos. Estos hombres y mujeres que han mantenido sus tradiciones ancestrales hacen girar el último kolkhoze que sigue en funcionamiento en Azerbaiyán. Un ambiente único, de vuelta a la USSR.