Esto es el caos, literalmente. Los geólogos denominan así a este tipo de accidente geográfico provocado por una lenta erosión a lo largo de varios millones de años. En Jeita, la reacción entre la piedra caliza y el ácido carbónico, contenido en el agua de lluvia, ha sido la que, poco a poco, ha moldeado el paisaje fantástico de las dos grutas que conforman el emplazamiento: estalactitas y estalagmitas de todas formas y tamaños, fuertes escarpes del terreno, "cortinas" formadas por la concreción sobre las paredes verticales, así como estalactitas tubulares suspendidas del techo de las grutas.
Decir que la extraña belleza de este espectáculo natural me maravilló es poco; además, la calidad de la iluminación realza todos los matices de la piedra blanca, roja o marrón, especialmente en la gruta superior. El momento más embriagador tuvo lugar al entrar en la gruta inferior: me sentí como un auténtico explorador. Se accede con precaución en barca, con el fin de avanzar hasta 500 metros de profundidad en medio de un silencio imponente.