Como venía de Honduras, el contraste entre ambos países me marcó profundamente y quedé especialmente prendada de la ciudad de Estelí, en la que enseguida me sentí muy a gusto. Un mayor encanto en sus paisajes, una mayor diversidad en su gastronomía, una mayor calidez en la bienvenida de sus habitantes... Se puede percibir una mayor prosperidad y serenidad que en las localidades vecinas. La ciudad es conocida por que en ella se producen unos famosos puros y en las bonitas montañas que se divisan a lo lejos, se cultiva, entre otras cosas, café.
La ciudad fue diseñada con un plano en damero y sería muy monótona y triste si no fuera por el colorido y la limpieza de sus calles. Es muy agradable caminar hacia el parque o la catedral. Y si te pierdes, no te preocupes, la gente es muy amable y atenta, te ayudará. Si deseas explorar Nicaragua en toda su diversidad, te recomiendo que hagas una escala en Estelí.
Como la ciudad no está situada en la Carretera Panamericana, ruta de paso casi obligado para todos los viajeros de América Central, no es extraño pasar de largo de este lugar cuya vida se desarrolla en las más modestas condiciones. Hace calor, hay mucho ruido, contaminación, pobreza, y sin embargo...
Y sin embargo quedamos enamorados de este lugar debido su historia revolucionaria, cuyas huellas siguen hoy muy presentes, como atestiguan los numerosos murales que decoran la ciudad. Estas pinturas populares ponen en valor los ideales de la revolución iniciada por Augusto César Sandino.
Los habitantes de Estelí también son muy interesantes para aquellos viajeros que se preocupan de conocerlos y escucharlos. Su solidaridad y su conciencia política nos dejó impresionados. Aun así, es posible que la auténtica joya de la ciudad esté situada a varios kilómetros, en la reserva natural de Miraflor, un lugar ideal para hacer turismo comunitario rural donde pasamos momentos excepcionales alojados en casa de una familia.