"Capital de las montañas", ese podría ser el sobrenombre de Innsbruck. La ciudad más grande del Tirol y sus 120.000 habitantes parece, en efecto, tan próxima a las cumbres que la rodean que da la impresión de que casi las toca. Además de su situación excepcional, es también una ciudad con un rico patrimonio. Ya se trate del pequeño centro medieval con sus muchas callejas y arcadas, o las más grandes avenidas testimonios de la influencia de los Habsburgo, Innsbruck es un verdadero placer que mira también hacia el futuro gracias a su gran población estudiantil que añade un poco de vida al centro.
Sencillamente me encantó el lugar, este magnífico pequeño centro urbano en el corazón de una región donde reinan la naturaleza y las tradiciones ancestrales. Para cualquiera que pase por Innsbruck durante una estancia en Austria, me parece, sin embargo, obligatorio adentrarse más en las montañas circundantes para descubrir la identidad del Tirol tan particular.
Pronto me quedé seducido por Innsbruck. Extraño para una gran ciudad, cuenta con un entorno idílico en el corazón del Tirol. Hay pocos lugares en donde se puedan ver las imponentes montañas que la bordean que brindan un panorama cambiante dependiendo de la estación.
Me gustó la visita al castillo del archiduce Fernando II, que data del siglo X, el palacio imperial del siglo XV y la famosa Goldenes Dachl, tal vez la fachada más famosa de Austria, que consiste en una galería coronada por un tejado compuesto de 2657 placas de cobre dorado.
También me gustó mucho recorrer Innsbruck en tranvía: es la mejor forma de explorar la ciudad de manera eficaz y barata. Así que olvídate del coche y a disfrutar.
A pesar de la construcción de inmuebles en la periferia de Innsbruck, el centro y el casco antiguo me impresionaron. Muy bien conservados, deambulamos con placer por sus calles adoquinadas, admiramos el "Tejadillo de Oro" (al que vale la pena echarle un vistazo) y tropezamos inesperadamente con el Palacio Imperial de Innsbruck. Ahí han dormido, entre otros monarcas, la célebre Sissi, que visiblemente no se contentaba solo con Schönnbrunn.
En resumen, Innsbruck parece instalada tranquilamente en esta naturaleza, sin perturbar ni el oleaje del río atravesado por viejos puentes de madera, ni el aire puro y fresco. Es mi lugar favorito de mi viaje por Austria.