Placencia es un destino todavía conservado del turismo de masas que pude conocer durante mi recorrido por Belice. Es un antiguo pueblo de pescadores.
Me gustó la tranquilidad del entorno. Las playas de arena blanca se extienden a lo largo de varios kilómetros y es muy fácil encontrar un lugar apartado.
A continuación me tomé un enorme helado que disfruté mientras me paseaba. La calle principal de Placencia es muy estrecha, pero está llena de tiendecitas muy agradables. La gente es amable y aproveché para hacer unas cuantas compras.
El día siguiente me dirigí a bucear a un club. Un bonito día en barco, buceando entre los peces, delfines y disfrutando de la hermosa puesta de sol, un auténtico paraíso.
En Placencia se ofrecen muchas actividades. Por eso fui allí con una amiga, pero también, y sobre todo, porque esta larga península tiene unas enormes extensiones de arena blanca dignas de tarjeta postal. A diferencia del norte de Belice, donde apenas hay playas, el distrito de Stann Creek tiene costas aún intactas, con pueblecitos de pescadores aquí y allá.
También con un amplio abanico de alojamientos y restaurantes, la laguna de Placencia seduce tanto por su ambiente desenfadado como por los numerosos islotes que tiene cerca, ideales para hacer buceo. Con una máscara y un tubo me fui al minúsculo atolón de Cayo Laughing Bird para observar a los peces tropicales en unas aguas turquesa: ¡un auténtico regalo para la vista! Por último, siguiendo los consejos de otros viajeros, alquilamos unos kayaks para ascender por un tramo del Monkey River, considerado como una de las cosas más bonitas que ver durante un viaje por Belice.