La ciudad cuenta con barrios muy diferentes. Las casas de propietarios acomodados están aisladas tras barreras y alambradas allí donde la miseria de los demás está expuesta a los ojos de todos.
También me sorprendió el número de guardias armados dispersados por la ciudad, principalmente delante de los centros comerciales y todo tipo de tiendas. Esta visión es desconcertante por la inseguridad que transmite. Después, ¡me agradó constatar que las personas se preocupaban enormemente por ayudarte a aparcar!
En lo que se refiere a tu estancia en El Salvador, hay que saber que San Salvador no tiene un gran interés para los amantes de la arquitectura. Los habitantes que encontré fueron muy agradables y acogedores.
Tierra animada como lo muestran los numerosos terremotos que ha sufrido la ciudad, el suelo vibra hoy en día al ritmo de salsa animando las movidas noches de San Salvador.
Sin querer asustar a los posibles valientes, esta ciudad tiene fama de peligrosa y con motivos. Las pandillas son muy activas, se permite llevar armas, y el 60 % de las armas que circulan son ilegales. No me sentí muy segura al llegar allí. Pasando un día descubrí una ciudad moderna y con muchas tiendas de marcas americanas y made in China. La moneda es el dólar y los Estados Unidos el principal socio económico.
No hay un verdadero centro histórico o un zona donde pasear y tratar de captar el aura de la ciudad y su población. San Salvador me pareció hermético e impersonal. Si vas de vacaciones a El Salvador, te aconsejo limitar tu estancia en la capital y dirigirte directamente hacia la costa.