Llegué a Pointe-Noire en el tren la Gazelle, que conecta nuevamente la ciudad de Brazzaville desde hace algunos años. Tras unas doce horas de viaje, descubrí la hermosa estación de tren de Pointe-Noire, construida en los años 1930... que es una copia de la de Deauville en Francia.
Me habían hablado mucho de las playas y tenía ganas de refrescarme un poco: así que me dirigí, tras haberme instalado en la casa de mis amigos de Pointe-Noire, hacia la playa de Pointe Indienne, a unos veinte kilómetros al norte de Pointe-Noire. No me decepcionó: una larga franja de arena blanca bordeada por las puras aguas del océano. Al día siguiente descubrí también la Costa Salvaje, que comienza en el sur de la ciudad, y en donde se puede practicar surf. Una maravilla.
Aunque dediqué una buena parte de mi estancia en Pointe-Noire a disfrutar de la playa y el mar, tampoco me olvidé de visitar la ciudad: la hermosa catedral de Notre-Dame, el pueblo de los artesanos, el puerto pesquero, que acoge una intensa actividad comercial e industrial, el puerto de pescadores donde amarran canoas y arrastreros, el pueblo de pescadores, la misión católica de estilo Art Decó, los barrios, el agitado mercado de Tié-Tié... Te recomiendo que hagas una visita a Pointe-Noire durante tu recorrido por el Congo.
Por un lado, me gustó Pointe-Nore por su ciudad costera, con sus hoteles en la playa, es diferente a Brazzaville que está junto al río. Me quedé en un hotel un poco viejo pero con encanto, que contaba con un restaurante en una choza sobre la playa, era agradable en la noche cenando frente a un hermoso panorama. Bueno, yo no aconsejaría a nadie bañarse allí excepto en las piscinas de los hoteles, pues en el horizonte solamente se observan petroleros... Sino, tendremos que ir un poco más al norte, lejos de la ciudad.
Por la noche los grupos de música congolesa o de jazz tocan en los bares y restaurantes, el ambiente es bastante animado. Sin embargo, no me gustó nada la prostitución evidente en esta ciudad llena de petrodólares. Ver por todas partes en restaurantes, hoteles y bares, a viejos expatriados en compañía de bonitas jóvenes era francamente repugnante.