Después de haber cruzado los Balcanes, llegué a Tryavna una noche de octubre, en busca de aquella ciudad antigua tan famosa. Como anécdota puedo deciros que de primeras me quedé un poco perplejo. Allí solo había polígonos industriales decrépitos y ni una sola casa del Renacimiento Nacional Búlgaro. Resultó que la ciudad nueva está literalmente separada del casco antiguo. ¡Menos mal, menudo alivio!
Aquel conjunto de casas blancas, muchas de ellas con vigas de madera a la vista, casi recordaba a Baden-Wurtemberg. ¡No era para nada decepcionante! La vieja Tryavna sigue intacta desde el S. XIX, cuando todavía era en los Balcanes una capital intelectual y artística y una meca del trabajo de la madera. Los artistas de Sofía han invertido en las tiendas de las calles principales para devolverlas a la vida y han abierto galerías de arte y de artesanía. Es un conjunto muy bonito y, sobre todo, muy animado, a la vez burgués y bohemio, nada "museizado". Guarda auténticos tesoros, como el museo de Pintura de Iconos, la iglesia del Arcángel San Miguel o la casa de Angel Kanchev.